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miércoles, 9 de octubre de 2019

HE DORMIDO UNA NOCHE EN EL MONTE


HE DORMIDO UNA NOCHE EN EL MONTE

Así empieza el poema de José María Gabriel y Galán “Mi Vaquerillo” que al recordarlo me da pie para rescatar de la memoria las escasas veces en que yo hube de pernoctar al raso. El pequeño zagal, acostumbrado a reposar sobre el duro y frío suelo, dormitó tan plácidamente como si no lo hubiera hecho en una semana.

Yo también he dormido bajo las estrellas; no de manera habitual sino muy esporádica y la imaginación infantil o juvenil envolvía la ocasión de un halo de aventura con sus correspondientes dosis de riesgo, temor, peligro, aprensión e incomodidad. Pero en cualquier caso, un cambio en la disciplina cotidiana. Obviamente las circunstancias no fueron semejantes a las de aquella noche serena del pequeño vaquerizo. De cualquier modo, voy a relatar 2 de mis experiencias

La primera

Era en 1960, cuando yo tenía solo nueve años y estábamos en el rastrojo de una finca familiar en el término municipal de mi pueblo, Torresandino. Recuerdo que era cerca del antiguo monasterio carmelita de Nª Sª de los Valles, del que aún permanecen sus ruinas. Mi padre era labrador por aquel entonces y en julio y agosto cuando la cosecha estaba en su momento óptimo se empleaba a fondo en la dura tarea de la siega y recolección en las que a mi madre gustaba de colaborar con su esposo en todo cuanto estuviese en su mano, aunque para ello hubiera de llevar con ella a los más pequeños. Una tarde ya hacíamos los preparativos, para regresar a casa antes de que se ocultase el sol, cuando mi progenitor manifestó sus deseos de quedarse para seguir segando un rato más y también empezar el laboreo antes por la mañana.

–Descansaré mejor aquí que andando el camino y adelantaré más el trabajo, porque ya sabes que la hoz corta mejor las mieses con el rocío‑.

Mi madre trató de desanimarle pero él estaba decidido, ella se iría con los niños y al día siguiente volvería con el almuerzo. La ocasión era propicia e hice todo lo posible para quedarme yo con él, incluida la consabida pataleta y rabieta. Al fin lo conseguí y mientras mi padre daba la última mano pude advertir cómo las sombras se alargaban y las nubes enrojecían por momentos hasta que el astro rey besó la tierra en el horizonte y desapareció. Al completarse el ocaso, dejó de segar y buscamos refugio al abrigo de una pila de haces junto a los surcos, donde nos merendamos los víveres que quedaban en el fardel. Allí mismo, simplemente arropados con la manta de campo sería nuestro ocasional camastro. La oscuridad se fue haciendo dueña de la campiña y en el rostro se sentía la bajada de la temperatura. La vigilia previa a caer en brazos de Morfeo, estuvo destinada a mis ávidas preguntas sobre la bóveda celeste, que en ausencia de la luna mostraba el firmamento más negro y las estrellas más resplandecientes que yo nunca había presenciado. ¿Habrá vida más allá? Extraños ruidos nocturnos ponían de manifiesto que en el campo, no lejos de donde estábamos sí que la había, pues pudimos escuchar el cortejo entre algunos animales o los chillidos inequívocos de los depredadores y sus víctimas. Que los mosquitos nos atacaban sin piedad, es lo que más recuerdo pero el sueño se apoderó de mi voluntad antes de lo que imaginaba y al ser preguntado al día siguiente por los sinsabores que había soportado, preferí callar y no quise reconocer lo que vale descansar en la habitación de costumbre, sobre una verdadera cama.

La segunda

En 1961, recién cumplidos mis diez años, llegó el momento de recolectar los yeros que mi padre sembró, en una parcela del tajón ocho que era una concesión del ayuntamiento cascón, a todos los mayores de edad que estuvieran empadronados. Fue una buena cosecha y por entonces ese trabajo era totalmente manual que nos llevaría diez días de laboreo. El ir y volver diario suponía como mínimo seis horas y eso era demasiado tiempo perdido en el camino. Lo ideal sería montar un campamento allí mismo y acercarnos al pueblo únicamente por el avituallamiento. En la finca colindante había un cobertizo y en la nuestra una pequeña choza; podríamos hacer uso de ambas. En la primera que era más amplia instalaríamos a los animales y en la otra, que era más arcaica pero sin embargo estaba mejor protegida de las inclemencias del tiempo, la familia. El matrimonio sopesó los pros y contras y decidieron que si estábamos juntos no habría problema que la familia no fuera capaz de vencer. Con el ánimo bien elevado se organizó el traslado de personas y animales domésticos que incluía el gato, la galga, un mulo, un asno y varias gallinas. Con el mulo acarreamos dos enormes barriles llenos de agua para los animales y para el aseo personal, además de todos los pertrechos que pudiéramos necesitar en aquel hogar temporal que íbamos a establecer. Día sí día no, la madre se marchaba al pueblo con el burro y volvía con los serones llenos de viandas. Los pequeños conocíamos al dedillo el camino hasta el pozo de Caserones a varios kilómetros de distancia, pero su agua era de reconocida calidad y aceptamos que nuestro cometido era ese; transportar con el burro el agua necesaria para beber y cocinar. Valiéndonos de los capazos simétricos que colgaban a ambos lados cargábamos un garrafón en cada lado. El problema era que para niños pesaban demasiado y teníamos que llenarlos con una botella sin bajarlos, equilibrando el peso para que no cayeran al suelo. En una ocasión tuvimos un percance peligroso porque el asno se asustó por una culebra que huyó despavorida y mi hermana y yo, pasamos apuros para dominar al animal y evitar que tirase la carga.

Para susto el que pasó mi padre una noche cuando todos dormíamos. Con sigilo despertó a mi madre para que encendiera la lamparilla de aceite y le ayudara a retirar algo frío, que dijo le estaba subiendo por la pernera del pantalón. Con la mayor diligencia se puso a ello pero los nervios le estaban fallando y no acertaba; cuando lo consiguió ya todos estábamos alerta y fuimos testigos de que en efecto un animal trataba de avanzar cerca ya de la rodilla; con un gesto rápido se incorporó al tiempo que un fuerte tirón se sacó el pantalón y quedó a la vista una criatura que desconocíamos de donde había salido. La duda se despejó al entrar la galga por la puerta portando con la boca otro de aquellos seres para depositarlo sobre la capa de pajas que nos servía de jergón. Pronto lo vimos claro. Había aumentado la familia canina y la madre traía sus cachorrillos a nuestra choza, por ser más cálido que el cobertizo donde habían nacido. Mi padre la siguió y regresaron con otros cuatro en una cesta de mimbre, total cinco.

Esta fue mi segunda experiencia. Vida natural sana.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

CONSEGUÍR COMER, EL ETERNO DILEMA


En este artículo, dando respuesta a seis hipotéticas preguntas, se recogen datos en un amplio abanico de siglos de la historia de España pero como Cascón, las referencias al siglo pasado las he centrado en este rincón burgalés que bien puede ser representativo de cualquier otro del campo castellano. La fuente no es otra que los conocimientos objetivos que en la actualidad tenemos, basados en testimonios en primera persona y hechos reales susceptibles de ser verificados o contrastados.  

1.- ¿Nuestros antepasados se alimentaban bien?

En la prehistoria, los humanos vivían en una lucha constante por conseguir los alimentos que necesitaban; si cazaban comían. Al dejar de ser nómadas empezaron a labrar la tierra y tenían en el granero suministros que les permitían superar los días sin caza. Más tarde, al asentarse en poblados podían canjear unos con otros sus víveres. Así surgió el comercio de mercancías. Con estos prolegómenos nacieron los poblados y sus habitantes empezaron a organizarse, aunando esfuerzos y trabajando en grupo repartían las tareas y compartían los logros. Alianzas con los pueblos vecinos, hicieron posible alcanzar éxitos que no hubieran sido posibles por separado. Y esto fue el germen para alcanzar el sentimiento de tribu y después nación. A lo largo de la historia todos los países han sufrido altibajos en la dieta alimenticia. Pequeños cambios pero continuos a través de los siglos, supusieron pasos adelante en contraposición con los retrocesos, como consecuencia puntual de catástrofes naturales, guerras o gobernantes nefastos. Al restaurarse la situación, volver a la normalidad solo era cuestión de tiempo, porque la idea de nuestros ancestros sobre calidad de vida, consistía en tener bien surtida la despensa.
Si diéramos un salto hasta la Alta Edad Media, encontraríamos que los musulmanes dominaron la península durante casi 800 años e introdujeron cambios importantes en la dieta. Tras la reconquista se mantuvieron los conocimientos adquiridos en la materia y se recuperaron el ganado porcino y los viñedos, que en la dominación musulmana estuvieron vetados por su religión y que los moriscos asumieron como una forma de identificarse con los cristianos. La carne de cerdo sería la más consumida por la clase baja, porque la conservaban en sal, en aceite, la secaban o elaboraban con sus partes magras embutidos y con la sangre de la matanza las ricas morcillas. Y qué decir del vino que durante siglos tuvo gran relevancia en nuestra cultura nutritiva.
Siglos más tarde al final de la Baja Edad Media, nuevos productos enriquecieron la manutención de los españoles; eran las aportaciones que los conquistadores nos trajeron de América tras el descubrimiento, tales como: La patata, el cacao, las judías, el tomate, la calabaza y pimientos, entre otros y que hoy los encontramos en los entrantes, primeros platos, guarnición de principales o ingredientes del postre.

2.- ¿Se ha dado alguna hambruna recientemente?

La última hambruna nos la recuerdan nuestros mayores más longevos, que tuvieron que sufrirla en su infancia o adolescencia por culpa de la propia guerra y que las medidas gubernamentales para paliar la escasez de alimentos básicos en la posguerra fueron inútiles, prolongando el problema desde el final del conflicto armado en 1939, hasta bien entrados en la década de los 50.
Antes de la Guerra Civil e incluso según avanzaba esta, ya apuntaba a una situación de penuria. Pero los artículos esenciales estaban asegurados y a disposición para ser adquiridos sin limitaciones, aunque el precio de algunos productos les hacía inaccesibles para las clases sociales más bajas. Muchos vecinos para asegurarse la leche tenían una cabra, los que no, podían comprarla de vaca, aunque cara. Las gallinas que algunos tenían, les surtían de huevos y si excedía a las necesidades propias, el excedente servía para un trueque por aceite u otro producto y si criaban una nidada las nuevas pollitas sustituirían a las que por la edad ya no ponían huevos y que pasaban a la cazuela acompañadas de garbanzos u otro cocido de legumbres; los pollitos se criaban para su consumo como capón en los días especiales. Mientras tanto se recurría al tocino y la carne de cerdo de la matanza propia o el conejo doméstico, visitando la carnicería lo menos posible o solo para adquirir la casquería del ganado lanar o vacuno vendidos entre las clases altas, que se distinguían por comer ese tipo de reses, pero que rechazaban no obstante por considerarlo comida de pobres los hígados, patas, orejas y vísceras. La caza abundante sobre todo de liebre, codorniz y perdiz pero se consideraba un privilegio de las clases altas mientras que el pescado se limitaba a algunas cajas de frescos, que a veces llegaban de la costa del Cantábrico: sardinas, congrios, anchoas, chicharros y anguilas, que se sumaban a las conservas de bacalao en salazón, arenques ahumados y escabeches. En cuanto a fruta, pan, legumbres, y verduras por ser tierra de campo en general tenían las necesidades cubiertas. Las penurias llegaron en la posguerra

3.- ¿No se pudieron mantener los pertrechos que antes tenían?

La contienda fratricida fue acabando las reservas del país y a nadie extrañó que al finalizar esta, se diera un aislamiento frente a los países de Europa, que a su vez se enfrentaban a una conflagración mundial. La realidad era de cadencia generalizada de productos básicos, situación que los gobernantes quisieron atajar implantando las cartillas de racionamiento, que no alcanzaba para asegurar el abastecimiento de lo más imprescindible. Se dictó una ley que castigaba incluso con la pena de muerte a los especuladores y a los productores les confiscaban toda la producción. Los labradores de cereales para quedarse con el trigo razonable para su propio consumo de pan, tenían que esconder una porción de su grano arriesgándose a que les aplicasen la ley, pero los que estuvieron en el ejército franquista y los curas, tenían derecho a doble ración. Para controlar el buen funcionamiento designaron la Comisaría General de Abastos, pero sus inspectores y agentes no hicieron su cometido y se apropiaban de mercancías en nombre de la fiscalía que luego vendían al estraperlo en el mercado clandestino al precio establecido multiplicado por diez. Hubo por lo tanto muchos españoles que se forraron haciendo negocio de la miseria humana, mientras que otros eran castigados multados y despojados de sus propiedades, amparados en una acusación miserable. El odio hacia quienes en la contienda había combatido en el lado perdedor era tal, que no disimulaban su encono denunciándoles y encarcelándoles injustamente para privar a sus hijos del sustento y acabar lo que las balas no habían logrado.
Trágico pero real, aparecieron enfermedades propias de las carencias nutritivas y hubo un alarmante aumento de mortandad entre la población de niños y ancianos.

4.- ¿Consiguieron resistir?

Según el diccionario de la lengua, hambre significa gana y necesidad de comer, pero también escasez de alimentos básicos. Ambas acepciones de la R.A.E. se podían aplicar a la mayoría de la población española tras la Guerra Civil, dando lugar a que florecieran epítetos como muerto de hambre o más listo que el hambre, pero tanto los aludidos por uno u otro, ante esta situación avivaron su ingenio en un justo intento ‑Valga la redundancia‑, de no morirse de hambre. No todos lo lograron.
En los pueblos, por todo lo dicho las pasaron canutas, pero en las ciudades lo pasarían aún peor.
Los animales domésticos ya habían desaparecido tiempos atrás, aunque de todos modos no había con qué alimentarles, así que se recurría a todo lo imaginable para lograr meter a la olla algo que aportase proteínas.
Ave que vuela a la cazuela, era algo más que un dicho y no se le hacía ascos a comerse los pajaritos del nido de cualquier especie alada o si tenían oportunidad lagartos o culebras. La pesca prohibida de cangrejos y barbos a mano, así como la caza furtiva con lazos, de pequeños mamíferos salvajes como liebres, conejo de monte, ardillas, erizos, ratas de agua o caracoles eran muy apreciadas y un día con éxito podía solucionar las necesidad más perentorias de la familia hoy y tal vez mañana. Pero los animales salvajes no crecen en el jardín.
Las ensaladas eran muy socorridas, porque estaban muy arraigados en la dieta desde siglos atrás, pero por la falta de hortalizas para su elaboración se recurría a los ajos y espárragos silvestres, collalbas, cardillos, berros, hongos, setas, collejas, apio o achicoria entre otras. Con suerte una patata y un trozo de remolacha cocidas, cortadas en láminas y un poquito de aceite, sal y vinagre, llenaban un plato.
La sopa y puré, según la tradición se acostumbraba tomar para cenar, predominando la sopa castellana de pan a la que le añadían algo que le diera gusto y muchas veces se limitaba al agua, una hojita de laurel, tal vez un huevo y al final se resquemaba con un refrito de tres ajos picaditos y una pizca del socorrido pimentón para darle color.
Los cocidos menospreciados por los que se creían de mayor alcurnia, eran los más cotidianos en el menú del mediodía pues en las mesas de los pobres era plato único confeccionado con garbanzos, habas o lentejas y guisado con lo que en el campo se hubiera dejado pillar, un hueso del cerdo quien lo había podido criar o el esternón de una gallina vieja de las que ya no daban huevos.
El guiso de una liebre, un conejo o dos kilos caracoles, significaba el éxito de una batida. Se elaboraba siguiendo la receta tantas veces repetidas con su tomillo, laurel, especias, ajo, cebolla, guindilla picante, un vaso de vino, aceite etc...Y el amor que le ponía la madre. Toda la familia esperaba ilusionada el momento de colocar la cazuela en el centro de la mesa. ¡Menuda fiesta si no hubiese que reservar la mitad para mañana!

5.- ¿Y cuando no pillaban nada?

Los racionamientos eran limitados en productos y además de escaso nunca encontrabas lo necesario. Rara vez se repartía carne leche o huevos pero sí que lo había de contrabando pero a un precio desorbitado que para mucha gente era imposible pagar. El dinero se quedaba sin valor, pero además quienes no tenían trabajo o eran inválidos no podían adquirir el racionamiento y cedían su opción de tabaco a quien lo necesitase a cambio de algo con que llenar el estómago.
El aprovechamiento de las polivalentes peladuras de las patatas, naranjas u otras frutas como el plátano cortadas en tiras y bien fritas, aportaban fibra que es buena para el intestino o bien cocidas y pasadas por el pasapurés, resultaba una crema en aquel tiempo nada despreciable. A la tortilla española únicamente le quedaba el nombre, porque si había huevos faltaban patatas o el aceite. Llegó a formar parte de una relación de recetas que denominaban “Los platos Michelin del hambre”. Se trataba de una tortilla sin huevo; sustituyendo este por una mezcla de harina, agua y bicarbonato y supliendo los tubérculos por sus mondas bien lavadas, o la parte blanca de las pieles de los cítricos cortadas en trozos. En la sartén la manteca de cerdo cocinaba el revuelto dotándole de la prestancia suficiente para engañar a los ojos, que no al estómago.
Quien tenía ocasión, no le hacía ascos a comer alimentos propios de los animales como algarrobas, titos o maíz y en algunas casas era cotidiano. Los fumadores recurrían a secar hojas de plantas para fumarlo y los niños recogían colillas para aprovechar el poco tabaco que quedaba para venderlo como picado. El café se reutilizaba o se sustituía por achicoria y los que disponían de cebada la tostaban y molían para usarla de sucedáneo.
Los ancianos de hoy nos han contado los sufrimientos y la miseria que padecieron en aquella época; nos parece exagerado pero tienden a quedarse cortos, porque por vergüenza propia o ajena, callan los detalles de cuando tocaron fondo como si de una deshonra se tratara. Lo que ahora nos parece imposible de soportar, ellos, sacando fuerzas de flaqueza lo superaron. Pero no olvidemos a los que no tuvieron esa suerte “llamémoslo así” y acabaron sus días muriendo en un hospital, en un campo de trabajos forzados, construyendo el Valle de los Caídos o masacrados en un penal.

6.- ¿Quedará todo en el olvido?

La memoria histórica no es únicamente sacar los muertos que permanecían enterrados en las cunetas, es más y la historia debe llamar a las cosas por su nombre. Mientras que no haya un reconocimiento del daño que los que se autodenominaron salvadores de la patria hicieron a sus hermanos, a su pueblo y a España, no se relegarán al olvido. 

lunes, 17 de septiembre de 2018

Mis Raíces Casconas - 44 - UNIDADES DE MEDIDA ANTIGUAS


               UNIDADES DE MEDIDA ANTIGUAS


DE LONGITUD: Legua, milla.
DE CAPACIDAD para grano: Fanega, ½ fanega, celemín
DE CAPACIDAD para vino: Cántara, cuartilla, azumbre. cuartillo, ½ cuartillo
DE PESO: Arroba, libra, cuarterón
DE SUPERFICIE : Fanega, hemina, celemín
DE MONEDA: Peseta, real, perra gorda, perra chica, céntimo

DE CAPACIDAD para grano: Fanega, ½ fanega, celemínDE CAPACIDAD para vino: Cántara, cuartilla, azumbre. cuartillo, ½ cuartilloDE PESO: Arroba, libra, cuarterónDE SUPERFICIE : Fanega, hemina, celemínDE 

½ fanega


OTRAS UNIDADES ANTIGUAS

ALMUENZA: Lo que se coge con las dos manos

PUÑAO: Porción de algo que se coge con una mano.

CUARTA: Un palmo.

BRAZADA: Lo que puedes abrazar con los brazos.

ZANCADA: Paso largo aproximado a un metro.

PERRA GORDA: Fracción de peseta = 0.10

PERRA CHICA: Fracción de peseta= 0.05

REAL: Fracción de peseta= 0.25

RUBIA/PELA: Una peseta.

DURO/PAVO: Múltiplo de peseta = 5 



                                                     Cinco Céntimos

martes, 12 de junio de 2018

Mis Raíces Casconas - 42 - REFRANES DE LABRADOR


                       REFRANES DEL LABRADOR

    Considero que dentro de este título tienen cabida muchos otros refranes, pero con estos ya dejo constancia de la eterna preocupación sobre la variable climatología a lo largo de los doce meses o del santoral mas traído y llevado por su repercusión en la  vida cotidiana de los pueblos.

En enero, enciende la abuela el brasero.
San Blas, la cigüeña verás, si no la ves mal año es.
Febrero febrerín el más corto y el más ruin Si no llueve en febrero, ni buen prado ni centeno                
Tan jodido es enero como febrero.
 El sol en marzo da con el mazo.
En abril, aguas mil
Aguarradillas de abril, unas ir y otras venir.
Abril lluvioso, trae a mayo, florido y hermoso.
Los caracoles de abril, para mí; los de mayo, pa mi amo y los de junio pa ninguno.
Agua de mayo, pan para todo el año.
Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo.
Hasta La Ascensión no te quites el ropón y después, días si y días no.
Tres jueves tiene el año, que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y La Ascensión.
Junio brillante, año abundante.
Las lluvias por San Juan quitan vino, y no dan  pan.
Por el Carmen todo el mundo come Carne.
Agosto, frío en el rostro.
Por la Virgen de agosto pintan las uvas y por San Judas, ya están maduras.
Para fines de este mes  el grano en tu casa ten.
30 días trae noviembre. con abril junio y septiembre ; los demás traen 31 menos febrerico el corto que solo trae 28 y en los años bisiestos 29.
Por septiembre, quien tenga trigo que siembre.
El que quiera coger miel que cate por San Miguel.
Octubre lluvioso año copioso.                                              
Por los Santos nieve en los altos.
Noviembre, dichoso mes, que empieza por Todos los Santos y termina por San Andrés.  
A cada cerdo le llega su San Martín.
Por los Santos Inocentes, ni fíes ni prestes.
Solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando atruena.
Por Sta. Lucía (diciembre) si sembraría no cogería.
Al hombre viejo, vino nuevo 

martes, 8 de mayo de 2018

Mis Raices Casconas - 41 - FRASES HECHAS


FRASES HECHAS



      Naturalmente, que esta lista sólo es una muestra. Todos conocemos otras frases , que la harían mucho más extensa.

      A boca jarro./ Agárrate que hay curva,/ Ajo y agua./ A la pata llana./ A la vejez viruelas./Al pie de la letra./Al tuntún./ Andarse con rodeos,/ Andarse por las ramas./ A ojo de buen cubero./ Apretarse el cinturón./ Arrimar el hombro./ Atenerse a razones./ A tontas y a locas./ A razón de.../ Bailar con la más fea./ Bajarse de un ciruelo./ Carretera y manta./ Cojerlo con las manos el la masa./ Colocarle un San Benito./ Comer de gorra./ Como Pedro por su casa./ Con la cabeza alta./ Contigo pan y cebolla./ Cortar el bacalao./Cortar por lo sano./ Dar el cante./ Dar en el clavo./ Dar gato por liebre./ Dar la lata./ Dar la razón./ Dar razones./ De cada casa el mejor./ De visita médico./ Entre Pinto y Valdemoro./ Estar a dos velas./ Estar a la que salta./ Estar como una cabra./ Estar en Babia. / Estar en la luna./ Estar hasta el gorro./ Estar hasta las narices./ Estar patas arriba./ Estar sin un cuarto./ Está tente mientras cobro./¿De Aranda y lloras hijo un demonio?./ De Pascuas a Ramos./ Despacito y buena letra./ De tres al cuarto./ Dormir como un lirón./ Dormir más que las mantas.,/ El mundo es un pañuelo./ Eres el tonto de Capirote./ Eres el tonto del bote./  Eres más feo que Picio./ En un santiamén./ Eres más listo que el hambre./ Eres más tonto que Abundio./ Hacer de tripas corazón./ Hacer el agosto./ Hay gato encerrado./ Hay ropa tendida./ Irse de picos pardos./ Matarlas callando./ Me asiste la razón./ Menos da una piedra./ Meter la pata./ Meterse en camisa de 11 varas./ Metidos en harina./ Mientes más que la gaceta./ Morderse la lengua./ Mosquita muerta./Mucho ruido y pocas nueces./ Ni qué ocho cuartos./ Ni lo muevas./ No da un palo al agua./ No necesita abuela./ No sabe hacer la “o” con un canuto./ No sabe ni jota./ No se fía ni de su padre. / No se me caen los anillos./ No soy de piedra./ No tiene abuela./ No tiene pelos en la lengua./ Nunca es tarde si la dicha es buena./ Pagar los platos rotos./ Pasar la noche en vela./ Perder la razón./ Poner verde a alguien./ Por si acaso./ Por si las moscas./ Por un pelo./ Prometer el oro y el moro./ Que con su pan se lo coma./ Quedarse en blanco./ Sacar los trapos sucios./ Sabe latín./ Sabe a rayos./ Seguir en sus 13./ Se le cae el mundo encima./ Ser culo de mal asiento./Ser una cualquiera./ Son habas contadas./ Son panes prestados./ Te explicas como libro abierto./ Te lo compras por cuatro cuartos/ Tener el baile San Vito./ Tengo la razón./ Tiene la cabeza llena de aserrín./ Tiene la cabeza llena de pájaros./ Tiene la cara dura./ Tiene mala leche./ Tiene mucha miga./ Tiran más 2 tetas que 2 carretas./ Tirar de la manta./ Tirar la casa por la ventana./ Tomar las de Villadiego./ Tres cuartos de lo mismo

lunes, 16 de octubre de 2017

Mis Raices Casconas - 34 - ROGATIVAS

ROGATIVAS



         Aquí, somos Católicos Apostólico Romano por la Gracia de Dios, como decían nuestros “Líderes Espirituales” sin cortarse un pelo. Claro que también con el permiso del Caudillo porque había que mantener una buena relación entre los poderes, para mantener al pueblo bajo el yugo. Unos que se erigieron en salvadores de la patria y otros que callaban, bendecían, siguiendo instrucciones de sus jerarquías superiores, y se firmaban Concordatos Iglesia Estado.
         Lo cierto es que la plebe participaba en los servicios religiosos masivamente. Muchos por su firme fe cristiana, otros arrastrados por la masa y también iban algunos por aparentar. De los que no asistían,  habría Ateos convencidos y los que reconociéndose como Cristianos no practicantes sencillamente por disentir con la doctrina que los representantes de Dios en la tierra predicaban desde el púlpito. Quedan por enumerar aquellos que tenían como prioridad las necesidades del cuerpo, sobre todo la alimentación de su familia y con poca fe en que el Ángel le haría el trabajo como a San Isidro. Será que de aquella quedó muy cansado.
         Pero me reitero que los fieles de esta parroquia frecuentaban la iglesia. Ancianos, misa diaria y rosario. Los demás la misa mayor del domingo y  sobre todo los ricos, la comunión. Además de las fiestas de guardar, que cosa curiosa, han desaparecido la mayoría, incluso alguna de las que era obligado cumplir el precepto de no trabajar, y si te pillaba el guarda o la guardia civil desobedeciendo, te sancionaban con una importante multa.
       En cada pueblo hay Santos y Vírgenes de mayor devoción y que son sacados en acción de gracias y también para pedir fervorosamente algún ruego o intervención divina. Como ejemplo de ello tenemos las Rogativas que recuerdo que se hacían al amanecer, y se salía en procesión hasta los campos próximos al casco urbano rezando y elevando al cielo nuestros cánticos a San Isidro:



¡Oh San Isidro!
por los labriegos
de este tu pueblo
rogad a Dios,

     O a la Virgen de los Valles pidiéndola que interviniese ante Dios a favor de estos pobres labradores que solo suplican un poco de agua para sus sembrados, de esta manera:

Agua Señora,
que los campos se secan,
 la gente llora.

       Bueno ya se sabe, que cuando se juega por necesidad se pierde por devoción. Claro que, quizás fuese un castigo divino.
         Decía mi abuelo, que por entonces había un cura que cuando le solicitaban una rogativa, contestaba: Si queréis la   hacemos, pero de llover no está. 



viernes, 7 de julio de 2017

Mis Raices Casconas - 31 - OS ACORDÁIS DE...

                                    OS ACORDAIS DE…

         ¿Os acordáis de… Cuando llegaron al pueblo unos titiriteros o volatineros con una cabra, que, se subía en la escalera a los sones de los acordes de trompeta que el gitano lanzaba al aire?. Era el reclamo para que a la tarde nos acercáramos a la carpa que habían montado en las eras. “¡Vengan a ver el mejor espectáculo circense que jamás pasó por Torresandino!. Con la cabra Nicolasa, compitiendo en difíciles equilibrios con el perro Boris además de descubrir las habilidades de los más variopintos animales exóticos amaestrados (un loro que sabía tres o cuatro tacos y una iguana). Contamos con la extraordinaria participación del hombre mono, que nos hará algunas exhibiciones de la vida en la jungla; (en realidad, un gitano que de hombre muy poco y mucho de primate)y ¡También disfrutarán ustedes de la colaboración especial de Saray, princesa gitana (guapa y joven, con poca ropa)que nos deleitará con la danza del vientre.!.
    Cobraban entrada y además sacaban dinero con el sorteo de unas botellas de licor y embutidos, entre los compradores   de unas series de boletos que la danzante sabía en qué sector del público se las rifarían.    
   Lo mejor, la clásica pareja de payasos pero en síntesis, titiriteros de poca monta, y un fraude; el desengaño total, pero no había otras opciones donde poder elegir; en mucho tiempo no volveríamos a tener otro espectáculo de varietés.


 
     











domingo, 8 de enero de 2017

Mis Raíces Casconas - 25 - LA COSECHA

LA COSECHA


         Este pueblo se dedica al cultivo de cereales, cebada, trigo, centeno y avena principalmente En los tiempos de mi abuelo aún no habían llegado las máquinas al campo. Todo se hacía a mano y llevaba mucho tiempo, eran trabajos duros y los beneficios no sacaban a nadie de la pobreza, pero permitía comer el año siguiente si no llegaba un desastre natural, o un fuego accidental que diera al traste con todo el trabajo. sin dejar de mirar temerosos al cielo pensando siempre, en si lloverá o pasará el nublado.


        

Hoy se festeja un día de verano para recordar lo que eran entonces las faenas de la siega, atado, acarreo, trilla y separado de paja y grano con la bieldadora. Lo que ahora gusta recordar con regocijo, eran entonces duras tareas, en los días del estío con temperaturas de fuego, madrugando antes de amanecer y recorrer hasta 15 kilómetros para llegar a la finca. Trabajar de sol a sol y volver a casa anochecido ya tropezando por caminos polvorientos surcados de roderones que las ruedas de los carros habían labrado en el invierno. El trabajo que se desarrollaba con la participación de toda la familia empezaba tras el acarreo, cuando las mieses en forma de haces llegaban a la era y se procedía a las tareas de la trilla, que se denomina así porque esta labor se realizaba con un trillo, que es un apero o herramienta agrícola que ya ha quedado obsoleta, pero con pequeñas variaciones, su uso se remonta a siglos antes de Cristo y por distintas civilizaciones del mundo conocido; se destinaba a separar el trigo de la paja, es decir, a trillar. Es un tablero grueso, hecho con madera de pino negro con la parte frontal algo más estrecha y curvada hacia arriba como una tabla de esquí y en la parte inferior del orden de 2.000 a 3.000 esquirlas cortantes de piedra de pedernal muy duras (silex) en ordenadas filas que durante horas se arrastraban sobre las espigas. Mediante una argolla clavada en la parte de adelante tiraban de él dos machos o mulas y se montaba una persona que guiaba dando vueltas en torno a la parva, sentaba sobre una silla o a veces una piedra, que se añadía para conseguir que el trillo pesara más. Al moverse en círculos sobre la cosecha extendida, las lascas, cortaban la paja y las espigas sin dañar las semillas. Posteriormente se amontonaba dispuesto ya para la bielda.

Mencionaré aquí a los trilleros del pueblo segoviano de Cantalejo, (Segovia) que se dedicaban al trabajo artesano de la elaboración de trillos ocupando al menos a un 80% de sus habitantes, generación tras generación desde siglos atrás, alcanzando una gran destreza incluyendo todas las tareas desde la tala del pino, elaboración del trillo propiamente dicha, transporte por toda la meseta española, y la venta y mantenimiento, alcanzando por los años cincuenta cifras de 30.000 unidades, además de otros diversos aperos. Ya por los años 70 dejaron de fabricar en serie y únicamente existe una pequeña demanda como souvenir, o elaboradas piezas de artesanía combinando con acero o cristal, para adorno en fondo en escaparates, cabeceros de dormitorios, original mesa de salón, consiguiendo un atractivo toque de antigüedad.

Continuando con el tema de este capítulo, eran días de mucho trabajo y como ya he dicho todos, grandes y pequeños ayudaban según sus fuerzas que incluso a los pequeños también se les asignaba tareas como la de aprovisionamiento del botijo de agua desde la Fuente Vieja, para las eras del Bonete. Este servicio era necesario llevarlo a cabo al menos tres veces al día, y a veces se interrumpía porque en el camino había un peral, o una perra con perritos, etc. en consecuencia el agua llegaba tarde y caliente. De la comida se encargaba la madre que quedaba en casa para hacer las compras, la limpieza del hogar, dar de comer a los animales domésticos, cocinar y llevar las viandas a la era, donde los suyos esperaban ya con hambre canina, A la sombra del carro y sentados sobre el suelo alrededor de la cazuela, padres e hijos devoraban los garbanzos a los que se había añadido un buen trozo de tocino, una mano de cerdo y un choricillo de lo de la matanza de noviembre, acompañado de una ensalada, y como no, los productos de la tierra: La hogaza de pan y el jarro de vino clarete, con una guindilla verde escabechada de las que te entra el hipo. Por la tardecilla se consideraba que ya estaban trituradas las espigas y se recogía en un montón, que día tras día se hacía mayor, y que urgía seguir sin pausa hasta terminar la trilla, para a continuación empezar con la bielda, que separa el grano de la paja, y así poder llevar cuanto antes a guardar, la cebada o trigo limpio al granero, y la paja que se necesitaría durante el año al pajar y concluir una vez que ya todo está a cubierto, y protegido de una posible tormenta devastadora, que a última hora mandara al garete, la ilusión de todo un año. Las faenas descritas se hacían a mano con ayuda de los machos (mulos) y las herramientas o útiles que estas tareas precisaban: Trillo, horca, camizadera, bieldo, rastro y otras que conocimos de primera mano, y desde temprana edad; mención especial, podríamos hacer de la beldadora, que aunque aún se movía sin motor era un ingenio que agilizaba mucho la tarea de separar grano y paja. No creo que nos pase lo que cuentan que le pasó a uno de pueblo, que después de años de su emigración, volvía hecho un finolis y no recordaba ya aquellas cosas ni de nombre, pero cuando precisamente se lo explicaban en la era, pisó accidentalmente el rastro por el lado de los dientes y la fuerza del pisotón hizo que el mango se elevara con ímpetu y le dejó marcado el golpe sobre la cara, al tiempo que le salía de forma espontánea...”jodido rastro”, con las correspondientes risas de los chicos del pueblo. 


Mencionaré aquí a los trilleros del pueblo segoviano de Cantalejo, (Segovia) que se dedicaban al trabajo artesano de la elaboración de trillos ocupando al menos a un 80% de sus habitantes, generación tras generación desde siglos atrás, alcanzando una gran destreza incluyendo todas las tareas desde la tala del pino, elaboración del trillo propiamente dicha, transporte por toda la meseta española, y la venta y mantenimiento, alcanzando por los años cincuenta cifras de 30.000 unidades, además de otros diversos aperos. Ya por los años 70 dejaron de fabricar en serie y únicamente existe una pequeña demanda como souvenir, o elaboradas piezas de artesanía combinando con acero o cristal, para adorno en fondo en escaparates, cabeceros de dormitorios, original mesa de salón, consiguiendo un atractivo toque de antigüedad.

Continuando con el tema de este capítulo, eran días de mucho trabajo y como ya he dicho todos, grandes y pequeños ayudaban según sus fuerzas que incluso a los pequeños también se les asignaba tareas como la de aprovisionamiento del botijo de agua desde la Fuente Vieja, para las eras del Bonete. Este servicio era necesario llevarlo a cabo al menos tres veces al día, y a veces se interrumpía porque en el camino había un peral, o una perra con perritos, etc. en consecuencia el agua llegaba tarde y caliente. De la comida se encargaba la madre que quedaba en casa para hacer las compras, la limpieza del hogar, dar de comer a los animales domésticos, cocinar y llevar las viandas a la era, donde los suyos esperaban ya con hambre canina, A la sombra del carro y sentados sobre el suelo alrededor de la cazuela, padres e hijos devoraban los garbanzos a los que se había añadido un buen trozo de tocino, una mano de cerdo y un choricillo de lo de la matanza de noviembre, acompañado de una ensalada, y como no, los productos de la tierra: La hogaza de pan y el jarro de vino clarete, con una guindilla verde escabechada de las que te entra el hipo. Por la tardecilla se consideraba que ya estaban trituradas las espigas y se recogía en un montón, que día tras día se hacía mayor, y que urgía seguir sin pausa hasta terminar la trilla, para a continuación empezar con la bielda, que separa el grano de la paja, y así poder llevar cuanto antes a guardar, la cebada o trigo limpio al granero, y la paja que se necesitaría durante el año al pajar y concluir una vez que ya todo está a cubierto, y protegido de una posible tormenta devastadora, que a última hora mandara al garete, la ilusión de todo un año. Las faenas descritas se hacían a mano con ayuda de los machos (mulos) y las herramientas o útiles que estas tareas precisaban: Trillo, horca, camizadera, bieldo, rastro y otras que conocimos de primera mano, y desde temprana edad; mención especial, podríamos hacer de la beldadora, que aunque aún se movía sin motor era un ingenio que agilizaba mucho la tarea de separar grano y paja. No creo que nos pase lo que cuentan que le pasó a uno de pueblo, que después de años de su emigración, volvía hecho un finolis y no recordaba ya aquellas cosas ni de nombre, pero cuando precisamente se lo explicaban en la era, pisó accidentalmente el rastro por el lado de los dientes y la fuerza del pisotón hizo que el mango se elevara con ímpetu y le dejó marcado el golpe sobre la cara, al tiempo que le salía de forma espontánea...”jodido rastro”, con las correspondientes risas de los chicos del pueblo. 

La llegada de las máquinas eliminó la necesidad de mano de obra y dio lugar a la emigración, dejando las fincas en manos de los que se enfrentaron al endeudamiento que suponía la compra del tractor, y todos los útiles necesarios. Muchos pueblos quedaron desiertos, y hoy son ya ruinas.
La  bieldadora