sábado, 11 de marzo de 2017

Mis Raices Casconas - 27 - LAS ESCUELAS  



LAS ESCUELAS

       Mi primer contacto con las letras, podría decir que fue como parvulito en casa de la señora Eulogia, con tres o cuatro años me imagino; allí aprendíamos a conocer las vocales y contar hasta diez, un grupito de niños, y así nuestra madre tenía tiempo para ayudar al padre en las tareas de la cosecha, recuerdo que era en una casa que hoy ya está hundida, junto a la que vivió Franquillo en la calle del Ranal.         
 
       Después con seis añitos, se empezaba en las escuelas, los chicos estábamos junto a la plaza que llamábamos el cuartel viejo en un edificio que ya se tiró para construir viviendas, y las chicas en el edificio del antiguo ayuntamiento (Que se quemó), y que ahora lo ocupa el nuevo, ya remozado en la plaza del pueblo. Por entonces serían los años cincuenta y pico se usaba la pizarra y el pizarrín, y los mayores escribían en cuaderno con lápiz o con el plumín mojando en tinta del tintero del pupitre, ya que la invención del bolígrafo fue posterior. Los libros eran siempre los mismos que se pasaban del mayor a sus hermanos menores.



       

Para aprender las letras: Primera, segunda y tercera cartilla y el Catón. Después ya se estudiaba con la enciclopedia Universal que como su nombre indica valía para todo: Historia Sagrada, Aritmética, Geometría Lengua Española, Historia de España y Ciencias Naturales. El Catecismo era otro librito.

        La religión acaparaba un buen porcentaje del tiempo lectivo anual, porque además de las materias en sí, ocupábamos mucho tiempo entre la preparación para Semana Santa, la catequesis a los de las primeras comuniones. En el mes de mayo todas las tardes se rezaba el rosario y se aprendían canciones o versos para el domingo recitarlos en misa. Los seminaristas del pueblo, venían a la escuela con ideas brillantes, para ejecutar con la participación de los alumnos y un ejemplo ahí está, la cruz del “Andeable”, como recuerdo de un día lectivo que se perdió. En Navidades, montar el Belén y la escenificación del nacimiento y adoración viviente, en la plaza. Cuando parecía que no había nada venía el cura para hablarnos del Domund y los negritos, como si a nosotros nos sobrara.

     A propósito de esto, me viene a la memoria el reparto de la leche que se hacía en el recreo y nos calentaba el estómago; Durante años la encargada de diluir en agua hirviendo la leche en polvo y hacer la comida fue la Sra. Dionisia y recuerdo cuando ésta estuvo convaleciente durante un año más o menos, por alguna operación quirúrgica, mi madre, Antolina, la sustituyó; Por la tarde, en algunos años, nos repartían queso de bola y plátano. Era la ayuda que trajo el Plan Marsall americano.





La escuela nueva

Estrenamos escuela. Sí, por fin dejamos aquellas aulas para estrenar las nuevas. De nombre como es lógico, grupo Escolar Virgen de Carmen. Este ya era un colegio mixto porque era para niños y niñas pero en un ala del mismo las aulas de ellas y en otra las de ellos, por si acaso, no vaya a ser qué y separados por el salón de actos. El edificio quedó muy bonito y mejor, con diferencia, que otros colegios de la zona. Lo construyeron los Zapatranes, a últimos de los cincuenta aproximadamente, Además tenía cancha de baloncesto al lado y como estaban las eras del río también, jugábamos al fútbol a diario, pero de allí no llegó a salir ningún Puskas o Gento. Las clases eran impartidas por tres maestras: Flora, Anunciación y Herminia y tres maestros: Salvador, Félix y Pelayo y en cada aula unas treinta plazas, todas ocupadas con niños o niñas todos del pueblo. Don Félix, un maestro nuevo se propuso que los chicos aprendiéramos a cantar, y las chicas con Doña Flora aprendían a bordar. Don Pelayo era del pueblo y conocía a todos nuestros padres y aunque todos coincidían en que era un poco bruto, también era apreciado por su interés en conseguir para los chicos de su escuela, becas, libros, ayudas de material didáctico, deportivo, o simplemente lapiceros de las cajas de ahorros, etc.