sábado, 2 de enero de 2016

Mis Raíces Casconas - 14 - AFICIONES

AFICIONES


La tuta o tarusa
Como ya he dicho, no era muy habitual este tipo de teatro o el cine que apareció por estas tierras más tarde; el fútbol organizado, estaba en mantillas y por supuesto aún no conocían qué era un gimnasio o entretenimientos más modernos como piscina tenis o baloncesto, pero existían juegos transmitidos de generación en generación, algunos de origen tan antiguo como romano, que aún se siguen practicando en el buen tiempo, al aire libre generalmente entre hombres: se ponen en un descampado a darle a la tarusa, (en otros pueblos la llaman tuta) que consiste en lanzar con fuerza unas chapas de hierro ligeramente más gruesas por el centro contra un taco cilíndrico de madera torneado de encina, roble u olmo desde una distancia de unos 20-25 metros; el premio suele ser unas monedas, o unos cafés que se apuestan y que gana el que más acierto tenga en los sucesivos lances.

Otra de las aficiones que tenían y continúa entre los jóvenes es el juego de pelota, entre los mozos del pueblo, o contra los de los alrededores; se jugaba en la pared de atrás de la iglesia a las horas que no había culto y congregaba aficionados y curiosos; hoy ya se dispone de un nuevo frontón reglamentario y en fiestas siempre se programa algún partido exhibición para deleite de los aficionados, que son muchos.

Los naipes tenían un gran espacio con diversidad de juegos, unos para los hombres en bodeguillas y bares: gilé, julepe, con dinero en juego, mus, subastado, tute, jugándose el porrón de vino y otros para las mujeres que se reunían hoy en casa de una, mañana en casa de otra: brisca, la escoba, siete y media, con la calderilla en juego;

Muchas jóvenes eran aficionadas a las labores en punto ganchillo o bordado y los días festivos solían preparar en cuadrilla algún dulce, como el guirlache, o cagadillo como se llama en el pueblo, poniendo los ingredientes entre todas, que como dice el refrán “a medias, a poco toca” y que así les servía para invitar a los chicos por la tarde cuando iban al baile.

La bodega que casi todos los vecinos tenían en lo que llamamos El Castillo siempre bien surtida del vino de La Ribera, solía ser lugar de reunión de la juventud, donde compartían sus problemas además de sacar a conocimiento general los últimos chismes y chascarrillos populares o las noticias del país que les relataba algún privilegiado que ya disponía de la “arradio”. Muchas jóvenes eran aficionadas a las labores en punto ganchillo o bordado y los días festivos solían preparar en cuadrilla algún dulce, como el guirlache, o cagadillo como se llama en el pueblo, poniendo los ingredientes entre todas, que como dice el refrán “a medias, a poco toca” y que así les servía para invitar a los chicos por la tarde cuando iban al baile. La bodega que casi todos los vecinos tenían en lo que llamamos El Castillo siempre bien surtida del vino de La Ribera, solía ser lugar de reunión de la juventud, donde compartían sus problemas además de sacar a conocimiento general los últimos chismes y chascarrillos populares o las noticias del país que les relataba algún privilegiado que ya disponía de la “arradio”.