martes, 14 de mayo de 2019

Mi perro Xana




 Ya que he relatado lo de mi primer animal de compañía, no puedo dejar  de hablar de la amiga canina que hoy en día me acompaña muchos ratos agradables de mi tiempo de asueto. En un principio quise llamarle Cascón pero al ser hembra lo cambie por Xana  nombre de las brujillas de los bosques según la mitología Astur o Ada buena que diríamos en castellano sugerido por Alejandro (mi yerno) pues él tomó parte activa para conseguirla.
 Pues bien, me encanta pasear y siempre quise tener un perro de mascota. Recordaba que tuve uno cuando vivía en Torresandino, (Burgos), pero más tarde residiendo en la ciudad no me permitían mis padres meter un perro en el piso. Hoy, ya jubilado, creo que puedo decidir por mí mismo sobre todas estas cosas. Así que… ¿Por qué no compaginarlo todo?

 En Reyes, conseguí un perrito de raza Westy con pocos meses. Lo llamo Xana y juntos paseamos por los parques de Basauri o en verano por vacaciones por la rivera del valle del Esgueva, el castillo o el bonete, mañanas y tardes.

Xana cuando está recién bañado, es, chiquitín, pero aun así, una vez seco recupera su aspecto pícaro yo diría que se asemeja en su comportamiento al carácter del mismo  Platero, el borriquillo de Juan Ramón Jiménez, Además nos recuerda también al popular pollino la blancura nívea del pelaje, su aspecto adorable. Su cabeza redonda peluda y desgreñada reforzada por esas grandes y puntiagudas orejas. La mirada de ojos oscuros profundos, forman un triángulo fascinante y seductor con ése brillante hocico negro, que le confieren una expresión divertida y que constantemente incita a jugar.

Su comportamiento es rebelde cuando salimos a la calle. Él empieza a dar saltos de alegría y si vamos al campo donde le puedo soltar la correa, al sentirse libre de ataduras, corre y juega a sus anchas. De vez en cuando me busca con la mirada y tras comprobar que no me voy, vuelve a su diversión persiguiendo cualquier otro animal de dos o cuatro patas y a falta de ello, como último recurso le sirve todo lo que encuentra a su paso en su juego destructivo, de morder, pisar o arrancar, como aquellas florecillas y rosas silvestres que adoraba Platero.

 Si ha llovido, le encanta meterse en los charcos, tanto como a los niños con zapatos nuevos y revolcarse en la hierba para gozar del frescor de las gotas de lluvia o rocío. Con viento, intenta coger las hojas secas, que se elevan del suelo, saltando sobre sus patas traseras una y otra vez como disputándole al vendaval la posesión de algo transcendental.

 Cuando llega el momento de marcharnos, la llamo de todas las formas posibles, pero Xana se lo toma como otro juego y trazando círculos a mi alrededor me desafía a que le coja.

 Al volver a casa, parece ya un chucho callejero por la suciedad, paja y herbaje que se le ha adherido a los pequeños rizos de sus patas. Lo que había sido un níveo manto, aparece ahora un sucio e indecente mantón.

 -Xana le digo. -Hoy tenemos bronca por tu culpa.

 Me mira, mueve el rabito y se hace el despistado. Hoy nos espera una buena reprimenda, pero ya no nos espanta, porque es bastante habitual.

Su carácter es travieso y terco, pero cariñoso y fiel. Es mi amigo.

Sé que algunas personas son reacios a amar a los animales Desearía que esta pequeña crónica sobre un perro de compañía, consiga acercarlos un poquito a éstos fieles compañeros del hombre.