domingo, 2 de octubre de 2022

EL GORRIÓN


 

El gorrión

Hoy me voy a explayar hablando del gorrión o pardal como le llaman en alguna región, esos pájaros urbanitas que no se van porque son sedentarios. De las aves la más común por su abundancia, originaria de Eurasia y norte de África extendida por todo el mundo, exceptuando los polos del planeta.

 
               


Recuerdo mi infancia en Torresandino, el pueblo burgalés, donde pasé las primeras aventuras. Corrían los primeros años de la década de los 60 y como la mayoría de los niños colocaba cepos de alambre acerada para cazarlos; los llamábamos pilla-pájaros y si no conseguí cifras cuantiosas fue por mi inexperiencia, pero en las zonas agrícolas era algo habitual para los niños de la época, entretenimiento aplaudido por los mayores siempre en guerra con las aves por los granos que les robaban. Hoy he de entonar el “mea culpa”, lo reconozco.

Naturalmente las personas han cambiado en ese sentido y si bien aún quedan depredadores, son mayoría los que intentan en la medida de sus posibilidades proteger la fauna y la flora, pero ahí está la paradoja, los gorriones están disminuyendo hasta el punto, que se estima que en Europa han desaparecido en los últimos diez años en torno al 50%. Ese porcentaje equivale a una cifra por encima de 30 millones. Preocupante. Por esta razón de emergencia, se merecen que hable de ellos.

Se les reconoce por el color:


                                                




De jóvenes todos los ejemplares tienen el color de las hembras adultas, la cabeza de un gris tirando a oliváceo, las alas cubiertas de plumas color marrón de discretas tonalidades de oscuro, una banda blanca y marcas negras. El vientre gris pardo que clarea por la zona anal y las de la cola de un pardo grisáceo similar a las del macho. Se camufla bien en el terreno.


                                                       
                     
El macho tiene el plumaje de la parte inferior y en la parte de las mejillas gris casi blanco, con una mancha negra en la parte del pecho similar a los baberos de los bebés que sube por el cuello rodea el pico y forma una especie de antifaz alrededor de los ojos y en el entrecejo. La cabeza es gris por encima de ojos y pico pero color marrón oscuro en los laterales hacia la espalda. Las alas son entreveradas de tonos marrón, más vivos que los de la hembra, una pluma blanca y marcas negras; las de la cola son pardo grisáceas.




En época de aparearse, el macho cambia el color del pico; normalmente de un tono marrón en ambos, muda al negro que muestra orgulloso en el cortejo para atraer a la hembra. Inflan el plumaje del pecho como si quisieran parecer más fuertes ante ella, abren parcialmente las alas y se contonean girando de costado. A veces otros machos intervienen disputándosela en una pelea.



                                  
El peso aproximado es de unos 30 gramos, el macho algo más y la longitud total es de 14 a 16cm. Aunque de pequeño tamaño es robusto, tiene las patas fuertes rosáceas y cortas. El pico grueso cónico muy adaptado para su alimentación de granos, semillas, larvas e insectos como langosta y saltamontes. Los restos de comida que encuentran en nuestro entorno son muy bien aceptados.

 



Cuando en la cercanía hay personas comiendo, son osados, atrevidos y descarados pero también tienen desconfianza, son huidizos y esquivos. Con saltitos se aleja porque no camina, o en un vuelo corto abandona el lugar para volver si no aprecia ningún peligro. Compite con las palomas por un trozo de pan pero no es agresivo.


 





Fuera del periodo de reproducción se suelen agrupar para volar porque parece que les transmite seguridad e igualmente en bandada buscan para dormir el abrigo en árboles de hoja perenne o arbustos frondosos con gran bullicio hasta que cada uno encuentra un lugar.

Viven de tres a cinco años y anidan desde abril a agosto construyendo su hogar en hendiduras de paredes, muros o tejados con ramitas entrelazadas y acabado con plumas, paja, hojas secas, papel, fibras de algodón o lana para hacer el nido cálido y confortable. La hembra pone de 3 a 5 huevos que incuban ambos durante dos semanas. A las crías las llamamos gurriatos.

No creo que haya gente que no distinga estas criaturas que nos han acompañado desde que vivíamos en cuevas, pero de tanto verlos entre nosotros en la calle, en el parque, en tejados y terrazas nos pasan desapercibidos, no nos damos cuenta de su eterna vecindad pero compartimos hábitat. Por cierto cuando una aldea queda despoblada de humanos, las colonias de gorriones también se van a buscar otro lugar habitado.

Siempre han tenido como enemigo a:

Los labradores, porque dicen que les roban semillas.

Los granjeros, al parecer se comen el pienso de sus animales.

Los hortelanos, que se quejan que picotean las frutas y hortalizas depreciando su valor.

Las empresas de alimentación, porque dicen que invaden los almacenes y manchan los productos que luego hay que desinfectar o tirar.

Incluso los restaurantes, se movilizan para impedirles acercarse a las mesas donde buscan los restos de comida de los clientes.

Unos y otros tratan de ahuyentarlos colocando espantapájaros y otros ingenios ruidosos o de movimientos, para asustarles y que no vuelvan.

Pero el problema de la disminución tiene más relación con lo siguiente:

La arquitectura actual no deja a los gorriones posibilidad de anidar, porque no quedan grietas ni hendiduras.

Los gatos, depredador natural cada vez más abundantes.

El cambio climático.

La contaminación medioambiental cargada de dióxido de carbono de las ciudades, por la expulsión de productos químicos industriales, nocivos para el género humano pero mucho más letal para estas aves.

El uso y abuso en el campo, de insecticidas y herbicidas que acaban con algunas plagas de insectos, pero también envenena a los gorriones puesto que forman parte de su dieta.

Y la contaminación por ondas electromagnéticas de antenas repetidoras de telefonía, nocivas incluso para los humanos.

Los gorriones pueden ser por ello indicadores de peligro biológico si vigilamos su comportamiento dada su fragilidad, porque la calidad del aire les afecta antes que a nosotros. Los mineros solían meter con ellos un canario que se moría si había gas, pero a ellos les daba tiempo para salir al exterior.

Su pérdida daría lugar a la aparición de ciertas plagas de moscas, mosquitos, langosta y otros insectos portadores de enfermedades graves.

¿Podemos hacer algo para ayudarles? Como ciudadanos colaborar siguiendo las instrucciones que nos indiquen los organismos de protección de la naturaleza y puesto que las acciones tomadas hasta ahora no son a todas luces suficientes para proteger las especies animales, debemos manifestarnos, alzar la voz instando a tomar soluciones por el bien del planeta, antes de que sea ya tarde.

No estaría mal colocar en nuestra terraza algún nido o comedero donde poner semillas en los duros días de invierno. Artesanal o comprado para tal fin en supermercados. Puede ser divertido a la vez que didáctico para los niños.