jueves, 28 de mayo de 2015

Mis Raíces Casconas - 6 - MITOS Y LEYENDAS

En estas tierras que difieren muy poco del resto de Castilla, el dominio de la escritura entre el pueblo llano, no alcanza niveles del 50% de la población, hasta bien pasado el primer tercio del siglo XX. Es quizás ésta la razón de que tuvieran una verdadera pasión por congregarse junto a las puertas de sus casas en las tardes noche de verano o reunirse al amor de las llamas del fuego bajo en el mal tiempo y contar historias o leyendas, sobre amores y desamores, ladrones y contrabandistas, milagros y curanderos, viajes, cotilleos sobre personas más o menos populares. Basados a veces en hechos reales pero que la imaginación los elevaba generalmente a extraordinarios y poco más o menos increíbles. Algunas de aquellas narraciones, pasaban de padres a hijos por transmisión oral, y suplían la escasa difusión de noticias o de temas generales de conversación. A continuación describiré alguno de estos mitos que hacían las delicias de grandes y pequeños.


Orzas de oro. Sin lugar a dudas no había tema que fuera tan apreciado en estas veladas vespertinas como el hallazgo de tesoros, escondidos desde el tiempo de Los Reyes Católicos, en agujeros que aparecían por azar, donde supuestamente los dejaron escondidos los judíos antes del éxodo al que se vieron forzados, en la creencia de que la ausencia sería temporal y podrían volver a la casa que había sido su propiedad. Es cierto que en los siglos sucesivos a lo largo y ancho de la península, se encontraron en alguna ocasión tesoros ocultos de monedas de oro o plata, que sirvieron para que las ilusiones se dispararan y asimilaran como sueños propios realizables.


Serpientes de conchas. Era el convento hundido, el lugar idóneo para que la imaginación creara seres irreales, escondidos en los sótanos sepultados bajo los escombros, apartado del núcleo urbano, además de ser un paraje solitario y tranquilo, el caldo de cultivo para que naciera la leyenda de una serpiente tan grande, que su piel estaba cubierta de conchas, sobre la que rebotaban los perdigones que algunos cazadores la habían disparado y tan escurridiza, que realmente resultaba muy difícil ponerle el ojo encima. El tiempo, o quizás al no tener compañero con el que aparearse, hizo desaparecer la estirpe de aquel “fabuloso” ejemplar.


La Cuesta Landeable. Es junto con el Cotarro San Cristóbal las cimas más concurridas por quien desea tener una extensa vista de pájaro sobre el pueblo, a la vez que alcanzar la cota más alta, requiere practicar un poco de ejercicio. Pero la primera merece que le dedique capítulo aparte motivado por la confusión a que su denominación da lugar porque tiene dos lecturas diferentes además de una posible y lógica interpretación más. Lo he elegido porque su mismo nombre ya me intrigaba desde niño (Landeable o El Andeable). Tanto una acepción como la otra, ¿Verdad que induce a pensar en algo que se relaciona con el diablo? ¿Cómo se les ocurriría ponerle un nombre que parece decir con toda claridad la endiablada? Desconcierto, pues ambas denominaciones se utilizan indistintamente en documentos oficiales.

Vista de la Cuesta Landeable con la cruz arriba y camino
La cuesta que nos lleva arriba lo hace al principio directamente, para hacerlo después en forma oblicua y termina muy cerca de la gran cruz (de 12x8 metros) Esto no tiene ninguna relación con el tema para nada, que simplemente fue una idea que tuvieron  los seminaristas del pueblo para que los alumnos de la escuela a la temprana edad de diez u once años, tuvieran un día de expansión, conocieran la naturaleza y ejercitaran los músculos. La dejamos marcada en el suelo con piedras  y aún se ve blanquear, desde una larga distancia.
Después el llano se prolonga hacia Olmedillo y de nuestro lado termina en la vertiente que paralela a la carretera sigue al río Esgueva hasta casi la población de Villatuelda, donde cambia de nombre, por La Cuesta Hundida, por razones evidentes ya que su fisonomía muestra que en distintas épocas hubo desprendimientos que modificaron la ladera ya próxima al citado pueblo. ¿Tendrá esta circunstancia algo que ver con el enigmático nombre? ¿Es quizás que relacionamos el nombre con una raíz errónea?.¿Y si acaso originalmente era La Endeble precisamente por esos desmoronamientos? Mi abuelo no tenía estas respuestas pero acostumbraba a decir, que aunque desconocía su significado, lo que si recordaba con claridad es que sus mayores solían utilizar la siguiente expresión: “Ay Landeable, (o Andeable), que el que te anda no lo sabe”.

    ¿Qué es lo que no se sabe? Sigue el misterio.


Báscones. Hoy, conocemos con el topónimo de Báscones, a un término municipal que se encuentra a cerca de 2 kilómetros del pueblo y en las cercanías de la unión del arroyo de Quintanilla con el río Aguachal (Henar). Podemos asegurar también que nuestros abuelos conocieron que en ese lugar, junto al camino al empezar la cuesta, existió una ermita que por oídas, estuvo consagrada a Ntra. Sra. de Báscones aunque ya derruida y que sus padres tampoco recordaban haberla conocido entera. Todo indica que hacia 1850 aún se mantenía íntegra, pero a partir de ahí el abandono y la desidia la llevaron rápidamente al declive. A nosotros nos llegó, ya como escombros, y nada más. Se cree que en algún tiempo junto a ella hubo un pequeño poblado, que posteriormente se reasentaría también dentro del núcleo urbano de Torresandino, buscando la protección de la torre de Sendino, ante las incursiones de los sarracenos. Se desconoce desde cuándo estaban allí, su procedencia y cuánto tiempo permanecieron en dicho lugar.Esta historia así, queda incompleta, por lo cual me aventuraré a concluirla con lo que a mi me parece bastante  obvio que a grandes rasgos debió ser la corta historia del poblado de Báscones. Pero insisto que, ante la falta de documentos donde consultar, lo que me atreveré a escribir aquí, son únicamente mis conjeturas sobre este tema, pero sin pruebas que corroboren mis palabras y basándome únicamente por deducciones lógicas y el estudio de la historia de Castilla en la Edad Antigua y la Edad media.Considero que en el siglo X entre los años 930 y 940, gobernando en Castilla el conde Fernán González, las riberas del Esgueva, fueron colonizadas al igual que lo fueron las del Arlanzón y Arlanza fundando nuevos poblados y otorgando tierras próximas a la frontera a los campesinos que quisieron roturarlas o dedicarse a la cría de ganado, a la vez que fortificaba las ciudades y villas en un intento de afianzar las conquistas y enfrentarse a los ataques e incursiones  lanzadas por los invasores. Al otorgar tierras a los colonos se aseguraba en principio una fuerte adhesión y fe ciega, porque la motivación era doble  al luchar por cumplir  con la obligación de acudir  a  Fonsado (milicia) y por el  interés de defender su hogar, su propio sustento, y el de su familia. Aquellas gentes eran del norte, y más concretamente lo que hoy conocemos como vascongadas porque en sus tierras sufrían pobreza y hambre. Así se tiene constancia de que unos colonos se asentaron junto al Arlanzón, cerca de Burgos y fundaron Villabáscones (hoy Castañares). Por el nombre que dieron a la pequeña aldea, del término de Torresandino, no quedan dudas de que los legendarios BASCONES también compartieron durante algún tiempo con los CASCONES una parte de la campiña. Pero cuanto tiempo estuvieron en el lugar, es más difícil de adivinar, porque aunque tengamos la referencia de la ermita, ésta bien pudo tener continuación siglos después de que la aldea hubiese desaparecido.