martes, 9 de junio de 2020

Homenaje al Cascón ausente

Homenaje al Cascón ausente

 

En la fiesta de la cosecha de Torresandino del año pasado ‑2019‑, en el mercado se introdujo por primera vez, un tímido recuerdo a todos aquellos vecinos que por una u otra razón se vieron en la necesidad de marchar lejos; abandonar familia, amigos y este solar castellano tan querido, donde habían nacido y crecido. La idea de homenajear a aquellas gentes me pareció estupenda y espero que se impulse y fomente, imitando en el espíritu a la fiesta que montan en Fuentes Blancas los de Burgos capital cada año, dedicada al burgalés ausente, el último día de las fiestas patronales.

En la prehistoria, lo que impulsaba al hombre a trasladarse era la búsqueda de mejores zonas de caza, pesca, praderas para sembrar o pastos para su ganado. Cuando lo encontraban, el homo sapiens se establecía y se hacía sedentario. Sigue válido en nuestros días, se puede decir que la migración se rige por idéntico anhelo al tomar una decisión siempre difícil, van hacia lo desconocido porque poco saben del destino, pero tienen claro el objetivo; buscar un lugar donde poder trabajar y vivir mejor, sin miseria y sin pobreza. Nadie se hubiera marchado de su patria chica, pero lo hacían y eso significa que no les quedaba otra salida. La situación se estaría haciendo insostenible y el cabeza de familia tomaba la decisión ingrata. Hay que marchar, no queda otro remedio se repetiría en su mente, pero mantenía la ilusión de poder volver algún día.
En el periodo entre la 1ª y la 2ª guerra mundial, el Nuevo Mundo ‑sobre todo Cuba, Norteamérica y Argentina‑, seguían atrayendo a muchos aventureros y los que se decidieron a pasar el charco voluntariamente, buscaban enriquecerse. Unos lo conseguirían otros no, pero los más de 400 años de historia compartida facilitaban la integración y en general triunfaban en su trabajo. Algunos regresaron con las riquezas conseguidas y se instalaron en su región, otros siguen engrosando su patrimonio allí como ciudadanos influyentes y con seguridad habrá otros que fracasaron y quizás luchan cada día por conseguir una existencia humilde. 
Al terminar nuestra confrontación bélica, cientos de miles de ciudadanos compatriotas nuestros que lucharon por la República, se exiliaron, es decir que por motivos políticos e ideológicos se vieron forzados a abandonar su patria. Buscaban librarse de una larga estancia en prisión, cuando no suponía salvar la vida. Una salida forzosa, más dolorosa quizás que la emigración voluntaria de quienes huían del hambre como una necesidad imperiosa. Gran parte buscó asilo en Europa, especialmente Francia, Rusia y Reino Unido, otros en América repartidos fundamentalmente entre Argentina, Méjico y Cuba. A la muerte de Franco regresaron muchos de ellos, y alguno ejerció un cargo en la nueva democracia; otra cantidad importante murió en campos de concentración nazis o en el frente bélico y también estarán los que convertidos en ciudadanos locales no desean regresar, porque les trae recuerdos amargos y en el lugar que les acogió, son felices, tienen hijos ya casados y nietos.
Después de la 2ª guerra mundial y pasados los años 50, Francia, Alemania, Suiza, Bélgica y otros países europeos, empezaron a demandar mano de obra para la reconstrucción de las infraestructuras y reactivación de todo el tejido industrial arrasado en la contienda. Fueron más de un millón de trabajadores los que salieron de España, dentro de la legalidad con un contrato de trabajo, pero otros tantos lo hacían de forma irregular, entrando en los países como turistas y buscando un empleo por su cuenta. Los hombres se ocupaban en las minas de carbón, canteras, industria metalúrgica y construcción; las mujeres en el servicio doméstico o porterías de alguna comunidad de vecinos. Trabajos duros pero con sacrificio y espíritu ahorrador de ambos, un matrimonio conseguía reunir un pequeño capital para regresar a su ciudad, pueblo o aldea e instalar un pequeño negocio que les permitiera una vejez acomodada. Los solteros se sacrificaban unos años, pero si no conseguían dominar el idioma, renunciaban y se volvía al hogar paterno. Sin embargo los jóvenes que lograron hablarlo con fluidez les resultó fácil integrarse en la sociedad, alcanzar un puesto mejor remunerado en su empresa, enamorarse de una nativa y olvidarse de España y viejos sueños.
En la década de los 60, la industria nacional arrancaba con fuerza en Madrid, Barcelona y Bilbao. La necesidad de mano de obra se multiplicaba, porque además de los propios obreros para las fábricas, se sumaban los necesarios para la construcción de viviendas muy demandadas en aquellos momentos y no menos importante eran los puestos de trabajo que se generaban para el sector transporte, hostelería, alimentación y otros servicios. Paralelamente en el campo, los tractores y cosechadoras estaban acabando con la necesidad de jornaleros y estos pusieron su esperanza en las posibilidades que se ofrecían sin traspasar la frontera, cuanto más cerca de casa mucho mejor. Así fue como se terminó la hegemonía de los países europeos y empezó el éxodo a las grandes ciudades desde la España profunda dejando lo que ahora conocemos como la España vaciada.
Iniciado el siglo XXI, una situación nueva da lugar a una emigración diferente, porque son los jóvenes universitarios que recién conseguido su ansiado título y complementado con los consabidos master, idiomas y cursos posgrado, se encuentran con que por no tener experiencia no tienen otra salida que marchar al extranjero. Con beca Erasmus o conseguir un contrato en algún país, para un ingeniero, cirujano, arquitecto, economista, científico, etc..., resulta fácil y con suerte puede que después consiga un puesto en el organigrama de una gran empresa. La fidelidad a quien le dio una oportunidad y lo poco probable de encontrar en España un trabajo similar, harán que el conseguido sea definitivo. Muy caro le sale a nuestro país la formación de sus jóvenes promesas, si es para beneficio de otros.
La estadística de población sobre Torresandino ‑mi pueblo‑, dice que desde el final del siglo XIX con 987 habs. había seguido un tímido pero continuo ascenso hasta el año 60 del XX, con 1500 habs. gracias a la alta natalidad, salvo en el trienio de la guerra civil, pero el signo cambió  con la gran evasión de matrimonios jóvenes en los 60 la caída fue vertiginosa, quedándose en 1170 habs. en el 70, que  el año 2000 se había reducido hasta 820 habs. y aunque en las siguientes décadas se ha suavizado, la tendencia bajista continúa y la cifra en el año 2020 está ya por debajo de los 600 habs. y es un pueblo con  una edad media de 54 años que obviamente mantiene una constante evolución negativa.  
Como decía al principio, la necesidad les hizo marchar lejos; abandonar amigos, familia y este solar castellano, tan querido donde nuestra madre nos parió. La separación fue dolorosa para todos. ¡Oh sí! Cuantas lágrimas derramadas en uno y otro lado de la ventanilla del autobús de línea pero ahora podríamos recordar juntos tantas ocurrencias e incidencias, venturas y desventuras de antaño, esta vez para reírnos, comer, beber, cantar y bailar con alegría, como sabemos. Pero esta vez hacerlo en casa entre cascones.