viernes, 14 de junio de 2019

Repasando la historia reciente




Repasando historia


Un día Mikel, un sobrino por parte de mi esposa, me puso en un aprieto. Está en la edad de la adolescencia y cuando en la clase del instituto se queda con ciertas dudas, no se corta en preguntarme porque para ciertos temas del pasado confía en mí como fuente de información, pero este tema en concreto es un tanto escabroso y yo precisamente no soy una autoridad en la materia. Sin más preámbulos me preguntó:


– ¿Cómo fueron los años de la posguerra?


– ¿Te refieres al hambre que sufrió todo el país?


–El hambre, la represión, la reconciliación, la guerra mundial, la recuperación económica. Todo tío, ¿quieres explicármelo?


Hago un repaso mental sobre ello, intentando recordar episodios de la posguerra que afectaron a mi niñez y juventud. Acciones de índole político de los años posteriores al año 40, que por una u otra razón, marcaron el rumbo del país hacia un aislamiento de una Europa desolada y las acciones de veto, que ésta ejerció contra nuestro régimen dictatorial durante varias décadas, que no favoreció ciertamente que pudiéramos corregir aquella deriva. En aquellas condiciones, hubo de recurrir al racionamiento que se mantuvo hasta 1951, al establecer la libertad de precios. Resultaría imposible, conocer los detalles sobre muchas de aquellas conversaciones, que forzosamente tuvieron lugar en aquella década entre España y representantes de países extranjeros, como la reunión de Franco con Hitler en Hendaya año 1940, para eludir entrar en la 2ª Guerra Mundial. Acuerdos el año 1948 en el yate Azor entre el Caudillo y Don Juan, en aquel entonces heredero del trono del reino de España, donde dicen que se sentaron las bases para la futura monarquía. Los Concordatos con la Santa Sede en 1951 que facilitaron a España entrar a formar parte de organizaciones como la OMS en el mismo año, la UNESCO en 1952 o la OIT en 1953. Mejoraron las relaciones con EE.UU. que permitieron ayudas económicas y abrir negocios militares, aunque también hubo que permitir instalar tres bases aéreas y una naval, que nos podía colocar como objetivo adversario, de aquellos países que tuvieran algún enfrentamiento con los americanos. Pero todas las medidas estaban encaminadas a intentar un acercamiento, que desembocara en mejorar la maltrecha economía por la que atravesábamos. En 1953 parece que empezábamos a levantar cabeza, pero la crisis continuaba hasta el año 1960 que despegó la industria y el turismo empezó a tener relevancia. No está claro en qué momento nuestros hoy socios europeos volvieran a tener fe en los españoles, pero la apertura, las relaciones y el conocimiento entre las culturas lo facilitó. Intento dar satisfacción a Mikel recordando más datos, pero me estoy dando cuenta de lo frágiles que son los recuerdos guardados en la memoria. Finalmente digo:


–Quizás mi transcripción de los hechos, no sea fiel a la verdad.


–Me parece tío, que tratas de escaquearte. ¿Por qué?


–Pienso –le explico–, que quizás mi verdad podría estar contaminada por alguna de las siguientes razones:


1. Porque la información académica que yo recibí podía estar manipulada desde los libros de texto, o por los profesores que tenían que seguir un guión, o no poseían la verdad absoluta.


2. Porque los distintos medios de comunicación de la época, estaban al servicio del gobierno y las opiniones vertidas por los mismos no estaban contrastadas, no existía lo que hoy llamamos libertad de prensa y esta era partidista.


3. Porque las palabras eran sacadas de contexto, se silenciaban algunas verdades o se contaban a medias.


4. Además, cuenta también la predisposición del receptor, para filtrar informaciones a su particular interés.


5. La historia siempre la escribieron los que ganaron la guerra.


–Permíteme –le digo a Mikel–, que haga mía la frase del poeta Ramón de Campoamor, “en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mire”.


–No des tantos rodeos que yo únicamente te pido que me hables de los relatos que pudiste escuchar de los protagonistas directos o testigos de esa parte de la historia. A tu modo.


–Entiéndeme Mikel, no intento eludir el tema pero como te he explicado, mis opiniones que a renglón seguido pasaré a exponer, tampoco están libres de los 5 puntos anteriormente expuestos, por esa razón quizás lo más conveniente sea que te hagas tú mismo un juicio con los datos veraces que puedas acopiar sobre los hechos.


Pero ten en cuenta tío, que al igual que ocurre con los evangelios autorizados y los apócrifos, los unos tratan de contradecir a los otros. ¿Qué creer?


–Fueron hechos Mikel, –le dije–, lo que voy a exponer a continuación. Prepárate a escuchar lo que ya sabes y lo que desconocías. Pon atención.


–Que el país sufrió un periodo de conflictos que desembocó en una guerra fratricida muy dura durante tres años, es lo que ya has visto publicado, seguido de un periodo de posguerra demasiado largo con odios acrecentados y una dictadura en el poder que además de no favorecer la reconciliación, trajo recortes de las libertades, hambre, analfabetismo y pena de muerte. Indiscutiblemente, este pueblo vivió durante muchos años con mucho rencor en los corazones de sus habitantes, sobre todo del bando de los que perdieron, que tuvieron que sufrir y llorar calladamente por sus muertos en la contienda. Evidentemente, también los hubo en el otro bando, pero éstos fueron distinguidos con honores cuando no como mártires, y sus familiares podían vanagloriarse de ello públicamente. La represión en los largos años de la posguerra sólo la practicaron los que ganaron obviamente, persiguiendo con ensañamiento a los vencidos a los que llamaban rojos, muchos de ellos fueron obligados a exiliarse y otros, fueron condenados en los juicios sumarísimos que sobrevinieron, simplemente por odios y envidias, que llevaban a denunciar como rebelde, a la persona que se hubiera atrevido a manifestar la más mínima expresión, que pudiera molestar a los fieles guardadores de la paz del régimen. Numerosos jóvenes marcharon del país para evitar enfrentarse a las injusticias que en la calle se vivían a diario, otros que alcanzaron una carrera emigraron en busca de industrias donde poder ejercer lo estudiado, un trabajo que aquí no había. Dicho esto, queda aclarado que la tranquilidad y el orden entre el pueblo era fingida. Los cargos públicos se nombraban a dedo por el régimen instaurado y con el cargo a perpetuidad, apoyado en casi todos los pueblos por los poderes fácticos, que generalmente estaba formado por el funcionariado: Los maestros, el médico, el secretario, el veterinario, la guardia civil y por el cura, apoyando a los terratenientes en cuyas manos estaban grandes propiedades de dudoso origen. Pero eran las formas de la dictadura, el aquí mandamos nosotros y se hará lo que nosotros digamos, lo cual a la gente no le parecía bien y enfurecía, pero callaba por temor. Fueron años en que no cabían otras ideas, y de favoritismos. Con el paso de los años, este horizonte fue tomando nuevas perspectivas con el cambio generacional; fueron desapareciendo los autores materiales de la contienda, volvieron a sus hogares los presos de guerra, y las represalias, fechorías, y venganzas cada vez eran menos. Los que fueron protagonistas de ambos lados en aquellas tristes páginas de la historia de este pueblo, tuvieron hijos y éstos jugaron juntos en la escuela, más tarde estos chicos y chicas, se enamoraron a pesar de los padres o tíos, y ni los hijos de los Rojos ni los hijos de los adeptos al Régimen, entendían las razones que les daban para continuar con el resentimiento generacional, por aquellos ya lejanos acontecimientos que enfrentaron a españoles contra españoles y en muchas ocasiones a causa del azar, se encontraban hermanos contra hermanos, disparando tiros uno en cada bando. Tampoco en la escuela se explicaban las causas que llevaron al país a la guerra; todo se reducía a unas fechas que conmemoraban algunos acontecimientos que para los ganadores de la contienda fueron cruciales. ¿Quiénes fueron los traidores?


Tanto unos como otros, estos alumnos hijos de la guerra, querían saber e iniciaban la búsqueda de la verdad, la verdadera, no la que hasta entonces les ofrecían. Con lecturas y conversaciones que les revelaban otras realidades y en muchos casos participando en manifestaciones y críticas al Régimen. Muchos jóvenes empiezan a soñar con un cambio. La democracia. Confiaban en que se podía hacer un país mejor en el que tuvieran cabida todas las ideas. Los labradores vislumbran que por fin se daba un salto del arado romano, a la mecanización del campo y en las fábricas, los obreros percibían por sí mismos que había llegado la revolución industrial. Ahora el trabajo inhumano lo harían las máquinas. Se romperían por fin las cadenas de la esclavitud. Paralelamente los mandos del ejército animaban al gobierno para ingresar en la alianza de la OTAN y el dictador había decidido quien sería su sucesor. El príncipe Juan Carlos de Borbón. La noticia se recibe con agrado. ¿Será un proceso de cambio? Por fin las puertas de Europa se abren y nos vemos junto al resto de países europeos formando el Mercado Común Europeo.


–Esta ya es historia reciente tío, aquí concluye el tema. Ha estado muy bien. Con estas bases reconoceré a quien falte a la verdad.


‑No es tan fácil. Una guerra civil deja heridas que resulta muy difícil de cicatrizar aunque hayan pasado 75 años. Pero creo que es tiempo suficiente para cambiar los nombres de tantas calles, avenidas y plazas, que siguen con los de generales golpistas. Que desaparezcan de la vía pública tantos monumentos que recuerdan a los héroes del “Bando Nacional”. De algo tan sencillo como dar una sepultura digna a tantos represaliados que fueron enterrados en fosas comunes. Es hora ya de decir toda la verdad ¿No te parece?


‑Naturalmente ¿Qué lo impide?


‑Parte de los que gobiernan el país son herederos de aquellos que protagonizaron algunos hechos deleznables que nunca fueron juzgados y tampoco reparados. Estos intentan eludir, posponer y que con los años se olvide. Consiguiendo el efecto contrario.


‑Para eso se sacó la Ley de Memoria Histórica el año 2007 ¿No?


‑Si, aunque un poco exigua, daría satisfacción a muchos españoles, pero cierto sector de la población con el argumento de que se reabrirían viejas heridas es reacio a aceptar. Tal vez diera pie para cerrar el capítulo pero esa misma resistencia indica que no hay voluntad de aceptar que se lleven a cabo actos que implicarían el reconocimiento de falta y los partidos políticos más conservadores intentan soslayarlo con escusas banales como que el presupuesto no lo permite. De paso esperan que caiga en el olvido, pero el efecto es el contrario.


‑Gracias tío ha sido muy instructiva la charla.


‑No es necesario que me des las gracias, ya me apoyarás cuando tu tía se enfade. ¿Me echarás una mano? ¿Cuento contigo Mikel?


Por supuesto tío.


FIN














martes, 14 de mayo de 2019

Mi perro Xana




 Ya que he relatado lo de mi primer animal de compañía, no puedo dejar  de hablar de la amiga canina que hoy en día me acompaña muchos ratos agradables de mi tiempo de asueto. En un principio quise llamarle Cascón pero al ser hembra lo cambie por Xana  nombre de las brujillas de los bosques según la mitología Astur o Ada buena que diríamos en castellano sugerido por Alejandro (mi yerno) pues él tomó parte activa para conseguirla.
 Pues bien, me encanta pasear y siempre quise tener un perro de mascota. Recordaba que tuve uno cuando vivía en Torresandino, (Burgos), pero más tarde residiendo en la ciudad no me permitían mis padres meter un perro en el piso. Hoy, ya jubilado, creo que puedo decidir por mí mismo sobre todas estas cosas. Así que… ¿Por qué no compaginarlo todo?

 En Reyes, conseguí un perrito de raza Westy con pocos meses. Lo llamo Xana y juntos paseamos por los parques de Basauri o en verano por vacaciones por la rivera del valle del Esgueva, el castillo o el bonete, mañanas y tardes.

Xana cuando está recién bañado, es, chiquitín, pero aun así, una vez seco recupera su aspecto pícaro yo diría que se asemeja en su comportamiento al carácter del mismo  Platero, el borriquillo de Juan Ramón Jiménez, Además nos recuerda también al popular pollino la blancura nívea del pelaje, su aspecto adorable. Su cabeza redonda peluda y desgreñada reforzada por esas grandes y puntiagudas orejas. La mirada de ojos oscuros profundos, forman un triángulo fascinante y seductor con ése brillante hocico negro, que le confieren una expresión divertida y que constantemente incita a jugar.

Su comportamiento es rebelde cuando salimos a la calle. Él empieza a dar saltos de alegría y si vamos al campo donde le puedo soltar la correa, al sentirse libre de ataduras, corre y juega a sus anchas. De vez en cuando me busca con la mirada y tras comprobar que no me voy, vuelve a su diversión persiguiendo cualquier otro animal de dos o cuatro patas y a falta de ello, como último recurso le sirve todo lo que encuentra a su paso en su juego destructivo, de morder, pisar o arrancar, como aquellas florecillas y rosas silvestres que adoraba Platero.

 Si ha llovido, le encanta meterse en los charcos, tanto como a los niños con zapatos nuevos y revolcarse en la hierba para gozar del frescor de las gotas de lluvia o rocío. Con viento, intenta coger las hojas secas, que se elevan del suelo, saltando sobre sus patas traseras una y otra vez como disputándole al vendaval la posesión de algo transcendental.

 Cuando llega el momento de marcharnos, la llamo de todas las formas posibles, pero Xana se lo toma como otro juego y trazando círculos a mi alrededor me desafía a que le coja.

 Al volver a casa, parece ya un chucho callejero por la suciedad, paja y herbaje que se le ha adherido a los pequeños rizos de sus patas. Lo que había sido un níveo manto, aparece ahora un sucio e indecente mantón.

 -Xana le digo. -Hoy tenemos bronca por tu culpa.

 Me mira, mueve el rabito y se hace el despistado. Hoy nos espera una buena reprimenda, pero ya no nos espanta, porque es bastante habitual.

Su carácter es travieso y terco, pero cariñoso y fiel. Es mi amigo.

Sé que algunas personas son reacios a amar a los animales Desearía que esta pequeña crónica sobre un perro de compañía, consiga acercarlos un poquito a éstos fieles compañeros del hombre.


martes, 23 de abril de 2019

Mi primer perro




Mi primer perro
Este relato surgió de forma casual un día de frío y lluvia en el Txoko Chapetas de Torresandino con los pequeños Asier y Naia (mis nietos) sentados frente a la chimenea, Las llamas soltaban chispas crepitando al atizar los tizones con las tenazas y refulgían nuevos colores rojos y anaranjados que con su fulgor atraían las miradas infantiles.
‑Madre –sugerí aprovechando que contábamos con su presencia; cuéntales a tus biznietos alguno de los cuentos que solías contarnos a nosotros cuando éramos niños.
‑Hijo, ya eres abuelo y te corresponde a ti hacer de cuentacuentos porque a mí se me han olvidado muchos y a veces no recuerdo el final por eso siempre los remato todos con “vivieron felices y comieron perdices” Sin embargo se me ocurre que les puedo relatar una bonita historia real en la que tú fuiste uno de los protagonistas. Les gustará.
‑Veréis ‑dijo comenzando con el relato‑. Recuerdo que en cierta ocasión cuando vuestro abuelo era aún un niño de la edad que tenéis vosotros ahora también estábamos como hoy sentados padres e hijos al calor de la chimenea que en aquel entonces era nuestra única calefacción. La tía Rosi, la hermana mayor, estaba junto a la ventana bordándole un pañuelo a su profesora como esta le había pedido, pero los dedos se le quedaban fríos y también se acercó a Paco y Petri. De pronto llamaron a la puerta. Fueron tres golpes secos dados posiblemente con algún objeto duro para que se oyera con claridad. ¡Vaya si se oyeron, que retumbaron por toda la casa! Nos quedamos pasmados porque no esperábamos a nadie y hubo de llamar nuevamente el recién llegado para que por fin nos decidiéramos a ir hasta la puerta para abrir.
‑ ¿Quién llamaba? –Preguntaron los niños con los ojos como platos.
‑Era el señor Piquino –recordó la bisabuela‑, vivía muy cerca de nuestra casa y era un buen vecino muy afable aunque tenía una pierna ortopédica como algunos piratas y siempre que tenía que llamar a las puertas lo hacía con unos golpes de su pata de palo. Se dedicaba a sacar a los pastos el ganado caballar que había en el pueblo y se había tenido que volver precisamente por las inclemencias del temporal. Pero vayamos a lo que importa, o el motivo de aquella inesperada visita.
‑Hoy –aseguró el hombre‑, he pasado por uno de los peores momentos de mi vida para salvar a este cachorrito que el agua del río arrastraba, desconozco de donde vendrá ni quién serán sus dueños pero no podía dejar que se ahogara. Es posible que su amo se haya desprendido de el por haber llegado en un parto de varios en la misma camada y la madre no podía cuidar de todos. 
Mis hijos, es decir vuestro abuelo Paco y sus hermanas como os podéis imaginar no dejaban de mirar a las piernas del buen señor pero sus ojos infantiles se desviaron para prestar atención al pequeño animalito que el señor Piquino nos presentó. Al retirar el trapito que lo ocultaba vimos  al perrito, una cosita pequeñita que todos nos pusimos a admirar. Era chiquitín, como un muñeco negro y blanco que aún no tenía nombre porque él no quería quedárselo y le estaba buscando un buen dueño, quien decidiría cómo llamarle.
La bisabuela hizo entonces una pausa para “atizar la lumbre”, como ella decía, que no era otra cosa que remover el fuego añadiendo más leña si era necesario, para que no se apagase y volviendo a ocupar su sitio prosiguió.
–Yo no tenía mucha experiencia con estos animales pero al mirar a mis tres niños, supe que el pequeñín se quedaría, así que empecé a pensar en que sería entretenido buscar un nombre al cachorrito que desde el primer momento nos aceptaba como amigos, así que acepté la propuesta del señor Piquino para quedárnoslo y criarlo a biberón. En ese momento todos queríamos cogerle, acariciarle y lo del nombre lo pospusimos para el siguiente día.
–Vuestro abuelo Paco, preguntaba a todos– ¿A tí qué nombre te gusta? y siempre nos apresurábamos a darle nuestra opinión pero a él ya le había calado muy hondo el suyo: Se llamará Chispa aseguró tan convencido que lo admitimos si esa era su ilusión puesto que también a nosotros nos pareció apropiado.
Chispa era de raza pequeña, descendiente de los perros bodegueros que se usaban para luchar contra las plagas de ratas y se caracteriza por ser juguetón, travieso y valiente.
–El abuelo Paco ‑continuaba la bisabuela con su relato–, disfrutó de su perrita Chispa durante toda su infancia y eran inseparables. Aquellos años la hicieron a la perrita muy mayor y con trece años como es lo normal con las razas caninas, falleció. Todos lo lloramos durante unos días, pero este no sería el único perro de la familia.
Los pequeños Asier y Naia permanecían callados y en sus ojos brillaba una lágrima pujando por salir, no obstante la última frase arrojaba la esperanza de que una nueva vida llenaba la tristeza dejada por la anterior y acosaban a preguntas a la bisabuela.
 Pero a sus 96 años le permtimos dejarlo a su voluntad y así lo expresó.
‑Es el final para hoy peques, estoy cansada, os prometo que otro día os contaré más.
FIN

miércoles, 13 de marzo de 2019

CUÉNTAME


CUÉNTAME
Ayer, pasé la mañana en la caja de ahorros, para unas gestiones de la comunidad de vecinos. Nada de importancia, pero tuve que guardar las consabidas colas que nos imponen por suprimir empleados, nos guste o no. La larga espera me crispó los nervios, pensando si podría llegar a la hora que le había prometido a mi madre para salir de paseo.
Al salir de la entidad bancaria, aceleré el paso sorteando a los peatones con los que me cruzaba, que me daba la impresión que deambulaban con demasiada parsimonia dificultando mi marcha. Busqué con la mirada el rótulo luminoso de la farmacia y leí la temperatura y la hora. Vaya ‑me dije‑, una de cal y otra de arena; los pronósticos meteorológicos habían acertado, pero debía apresurarme para llegar a la cita, si no quería impacientar a la dama que me esperaba. Como siempre suele ocurrir, surgió un encuentro imprevisto y por el cúmulo de las diferentes razones, al final Antolina tuvo que esperar un buen rato a su hijo Paco y este asumir las consecuencias. He de reconocer que tiene carácter y no perdona la falta de puntualidad, especialmente cuando desde la ventana se vislumbra un día fantástico.
Una vez superado el enfado salimos de paseo. Ambos somos bien conocidos en Basauri y algunos nos saludaron con simpatía, pero como de costumbre no nos detuvimos porque de pie se cansa más que andando; cogidos del brazo, poco a poco llegamos hasta al parque cercano. Es bastante extenso y si se guarda silencio, suelen escucharse los trinos de algún jilguero o el canto oportuno de los negros estorninos.
Disponemos de muchos bancos, no obstante como el sol de marzo brilla con intensidad y hay que tomarlo con precaución, elegimos uno bajo un roble, que nos proporcionó una oportuna semisombra, gracias a la incipiente espesura de las hojas nuevas, brotando ya de sus yemas.
Los sábados por la tarde, de primavera y verano siempre que no llueva, hay una orquesta que atrae a mucha gente de la tercera edad porque su repertorio de boleros, pasodobles, rumbas y otros bailables, está dirigido especialmente a las personas que vivieron aquella época del chicharrillo como se llamaba al baile público de las plazas de los pueblos. Recuerdo que el año pasado, a ella le encantaba escuchar aquellas viejas canciones de Mocedades, Manolo Escobar, Antonio Machín, Dolores Pradera o Lola Flores; le hacían vibrar pero no lo suficiente como para salir a la pista, todo lo más un nervioso movimiento de pies bajo el asiento. Sólo faltan dos semanas para abrir la temporada.
Ayer, para mantener una conversación animada, se me ocurrió hacer a mi progenitora algunas preguntas de su época, en parte por charlar de algo que ejercite la memoria y que además la entretiene y en parte porque a mí me encanta el tema y ella satisface mi curiosidad.
‑ ¿En el pueblo había baile? Quiero decir, cuando no eran fiestas.
‑Había un local que regentaba el sastre que llamaban El Fole, allá por donde está el cuartel de la guardia civil y más tarde puso otro el tió Julián en los bajos del Castillo. Se bailaba con los sones de un organillo que funcionaba girando una manivela.
‑ ¿Y qué tal se desenvolvía la juventud con la danza por aquellos años?
‑Parecido a lo que se ve hoy en día, unos regular y otros peor, pero nos fijábamos en quien considerábamos que lo hacían bien y tratábamos de mover los pies siguiendo la música; yo me dejaba llevar y si mi pareja sabía seguir el ritmo no nos salía mal.
‑ ¿Bailabais con los chicos o con una amiga?
‑Empezábamos con una amiga y venía alguna pareja de chicos a pedirnos baile pero al terminar la canción cada uno por su lado porque si bailabas seguido con el mismo ya empezaban los rumores de que éramos novios.
‑Dime una cosa: ¿Qué tal era mi padre en el bailoteo?
‑Como un pato y además de que no sabía, no quería y si estábamos dos parejas me decía que bailase con la otra chica. Esto era muy común con los cascones y nadie se extrañaba pero naturalmente como todos nos conocíamos, ningún osado nos solicitaba para hacerlo con él.
‑Entonces yo me pregunto: El de un pueblo y tú de otro. ¿Cómo os hicisteis novios?
‑Me conoció en unas fiestas de Tórtoles y posteriormente coincidió en un trabajo con un primo mío, al que manifestó que le había causado buena impresión. Unos meses más tarde, me trasladé a Torresandino para trabajar en casa de la Eutimia, la que tenía la tienda de ultramarinos y el casino abajo de la plaza; cuando Cándido supo de mi llegada le pidió a su hermana Victorina, que tenía mi edad, que me invitara a salir en su cuadrilla; así se ganó mi primera consideración. También por entonces como no había agua corriente en las casas y el trasiego de agua era inevitable, la fuente de la plaza estaba muy concurrida tanto por las jovencitas como por sus pretendientes. En ese ir y venir me pretendía y fui descubriendo en él a un hombre simpático formal y trabajador.  
‑Madre ‑Jamás lo cambiaré por mamá‑, ¿nunca tuvimos en la familia a alguien con dotes excepcionales para llegar a ser un artista? ¿Vamos que tuviera duende, ese algo especial que le hubiera permitido vivir sin penurias? Por ejemplo del cante o la danza.
‑Tu padre decía que en el pueblo cantaba como el que más. Es cierto, aunque no tenía mucha voz se animaba enseguida, sí, pero quien lo hacía bien era su hermana Jesusa. El abuelo Enedino era muy ocurrente para gastar bromas y de carácter tan salado que caía bien, pero para ganarse el pan para sus hijos no.
Por la tarde estuvimos de invitados a un cumpleaños. Unos canapés fríos y calientes y una ración de la clásica tarta regada con un cava, café o chocolate que nos sirvieron de merienda cena. Comió de todo aunque quizás en el pasado lo hacía en mayor cantidad y tras la tertulia volvimos a casa acusando ya cierto cansancio.
‑Vosotros no lo queréis creer –nos dijo queriendo convencernos‑ pero yo ya no soy quien era.
Tiene razón ya no es quien era, pero está tan bien que nadie la supone la edad que tiene, no sufre enfermedad alguna, pero los órganos sí que lo acusan. La vista y el oído han perdido bastante y el corazón se le cansa y ha de limitar los paseos, de vez en cuando algún dolor de cabeza y poco más. Los análisis perfectos, la memoria estupenda y el apetito envidiable ¿qué más podemos pedir? En abril si Dios quiere cumplirá los 97. Que siga tal como está unos añitos todavía.
‑Madre –la he dicho‑, tienes que ser más positiva. Para tu edad estás como una rosa, fíjate cuando vas por la tarde al hogar del jubilado, tus compañeras de la brisca son todas mucho más jóvenes que tú y las ganas. Otras de tu tiempo, van ya en silla de ruedas y también sabes que algunas han olvidado ya todo. Disfruta y vive el momento con tus hijos, nos tienes siempre cerca de ti y sabes que te adoramos.
‑Muchos besos. ¡Muaaa!.

Francisco García

viernes, 15 de febrero de 2019

‑Las noticias‑



Artículo de opinión

Cada jornada amanece con nuevas noticias: violencia, terrorismo, corrupción, crimen y desgraciados accidentes. Los profesionales de la comunicación utilizando los diferentes medios, cargan la tinta para contar cada cual en su estilo, llenando más o menos páginas con las buenas nuevas de lo sucedido alrededor del mundo, que desgraciadamente no suelen ser muy buenas. Los hombres, llevados por el odio, su instinto dominante, depredador, egoísta y en ocasiones por fanatismo, dan lugar a violentos asesinatos de individuos, atentados sobre grupos o aniquilamiento de multitudes a consecuencia de violaciones, atracos, venganzas, rencillas y guerras. Las catástrofes causadas por la naturaleza ocasionan también demasiadas vidas humanas que cuando tienen lugar nos estremecemos de horror.
He de admitir que aunque menos, hay días que también ocurren determinados acontecimientos que podríamos juzgar como maravillosos o asombrosos: Diferentes hallazgos médicos en su lucha contra las enfermedades, novedosos inventos de la mano de los científicos en las distintas ramas o nuevos avances en el conocimiento del universo.
Los editores de los periódicos, seleccionan entre tantos contenidos optando por los que pueden atraer a los lectores, aunque eso sí, siempre protegiendo los intereses de sus patrocinadores.
Realmente la vida es así, siempre se puede elegir entre dos de cal y una de arena y ya nos hemos acostumbrado a convivir con los sobresaltos que nos da la lectura del periódico o los informativos de la televisión día sí, día también.
Algunos reporteros, corresponsales y cronistas, en su afán de llenar páginas en los diarios como sea, lo hacen con noticias sin contrastar y sin causarles desasosiego alguno la posible falta de autenticidad. Son estos los necios que decía Platón, que pasan el tiempo hablando porque tienen que decir algo mientras que los sabios hablan porque tienen algo que decir.
La verdad sólo tiene un camino y con este principio, deberían excluirse los discursos grandilocuentes generalmente partidistas e interesados que tergiversan la misma adaptándola a una determinada audiencia a la que va dirigida o con la que desean empatizar.
La experiencia nos demuestra que la información es con frecuencia manipulada (realzando algunas bondades, obviando ciertas cualidades y callando las maldades) hasta transformarla en una verdad a medias, que coincida más con los intereses del autor. Siempre será una mentira completa, pero en un momento determinado puede conseguir la credibilidad que busca y llegar a quedarse per saécula saeculorum, como generalmente ocurre con la Historia; que invariablemente siempre fue escrita por los vencedores.
De lo dicho se deduce que la fuerza de la información es realmente tan poderosa, que los que llaman a la prensa el cuarto poder están en lo cierto. La influencia que ejercen los medios de comunicación en la sociedad determina la opinión pública y sobre todo practican una oscura relación dominante sobre los gobernantes y principales partidos nacionales.
Aun así, entre todos podríamos paliar el deterioro del planeta si cada uno colocáramos nuestro granito de arena por un cambio favorable. No todo se ha perdido como se observa en ciertos movimientos a favor del retorno a los cultivos y abonos naturales prescindiendo de herbicidas, pesticidas o cultivos transgénicos. El rechazo a la producción y venta de armamento a terceros países, que lo utilizan indiscriminadamente sobre civiles, niños inocentes, minusválidos o huérfanos.
Si pensamos en la contaminación en general de ciudades, montes, ríos y océanos que está exterminando muchas especies de nuestra flora y fauna, todos estamos de acuerdo en que es un problema mundial y que habría que tomar medidas de gran calado para paliarlo. Las manifestaciones reivindicativas por Europa se repiten a diario pero la prensa lo calla, parece ser un problema de escasa importancia.
Sería deseable legar a nuestros hijos un planeta sostenible y realmente aún estaríamos a tiempo si contáramos con la participación masiva de los ciudadanos. Entre todos, podemos, dice un dicho popular, pero se hace necesario un empujón como el que supondría una apuesta de las cadenas de TV y los diarios de grandes tiradas por pasar a ser transparentes en los grandes temas ecológicos. Dejar de navegar entre dos aguas como están haciendo por ejemplo en toda la cuestión nuclear. Supondría una ayuda importante, sería algo extraordinario que la información fuese del todo veraz y que llegase de forma entendible a los ciudadanos de a pie, utilizando el lenguaje sencillo y habitual de la calle. Están supeditados a los intereses de las compañías eléctricas dirigidas por personas sin escrúpulos que ante la posibilidad de mantener cifras multimillonarias en su tarjeta de beneficios no dudan en comprar a políticos corruptos que les permitan continuar sin aludir para nada al riesgo derivado de esa actividad radiactiva.
¿Estamos todavía a tiempo de revertir la situación?
Si la respuesta es afirmativa aprovechémosla.
Francisco García
































domingo, 6 de enero de 2019

Genio y figura


Bisabuelas Nonagenarias

Aquel sábado habíamos decidido hacer una excursión en familia a la Laguna Negra, en Soria. ¿No lo conocéis? Os lo recomiendo.
Allá que nos fuimos en tres coches y a mí me tocó llevar en el mío a mi madre y su inseparable amiga; bisabuelas y nonagenarias ambas. Salió un día radiante con excelente temperatura y disfrutamos de los bellos parajes, la naturaleza sin contaminar con abundancia de pinares donde respirar a pleno pulmón y también cómo no, reponer fuerzas con las viandas de la fiambrera y refrescarnos con el agua fría de un bullicioso manantial. Resultó un día maravilloso.
Durante el trayecto de vuelta la conversación de las dos ancianas fue derivando hasta el tema preferido por las personas de su edad, a saber:
‑“Que poco me queda ya” ‑Pronunciaba la primera.
‑“Yo sí que estoy mal” ‑Profería la segunda.
‑“Si supieras los dolores que yo sufro” –Contraatacaba mi madre.
‑“No te quejes, que con mis dolores me gustaría verte a ti a ver lo que decías” –Manifestaba su compañera.
Lamentos que alcanzaron su zenit en la trillada frase:
 “Para lo mal que estamos, mejor si el Señor nos llevase pronto”.
Mi coche, contagiado, empezó a sufrir también los achaques de los años, haciéndolo notar muy inoportuno con la aparición de abundante humo y olor a quemado, justo en pleno descenso.
Al percatarse las dos ancianas, empezaron a gritar:
‑ ¡Para! ¡Deja que nos bajamos! ¡Para, para!
Yo imaginé lo que estaba pasando y por mis conocimientos de mecánica me tranquilicé, aunque no obstante busqué sin éxito un lugar en el arcén que fuera seguro y apropiado para detenernos.
Ellas en cambio no se resignaban y pretendían abrir las puertas tirando de las manillas, que no consiguieron abrir, gracias al cierre de seguridad infantil.
Mientras les instaba a que estuvieran tranquilas, conseguí llegar al sitio idóneo que buscaba y paré el coche justo a tiempo, pues ellas habían conseguido abrir las ventanillas y se disponían ya a saltar en marcha.
¿No se hallaban dispuestas a que el Señor se las llevara cuanto antes? Pues no me lo creo yo, a juzgar por la forma como actuaron. Me maravillé de tanta vitalidad y derroche de energía intentando evitarlo o al menos aplazar el final para otra ocasión.
Quedó todo aclarado al comprobar que las pastillas de freno se habían quedado pegadas y aunque es poco probable que me vuelva a suceder las ancianas se empaparon a fondo sobre el tema y en cada ocasión que vuelven a subir a mi coche me preguntan si he supervisado el desgaste de las zapatas y el líquido de frenada.
Los achaques seguirán acompañándolas a todas partes, pero estoy convencido que llegarán a centenarias y con una calidad de vida, que sin ninguna duda yo la quisiera para mí si llego allá y está claro que ellas harán todo lo posible por mantener, porque son una especie superviviente que pasó ya de la tercera edad y en la cuarta le disputan a la vieja de la guadaña año tras año.

sábado, 15 de diciembre de 2018

El alzhéimer.



A MIS ABUELOS


En la casa de mis abuelos Enedino y Petra los problemas llegarían cuando aún estaban allí en el pueblo. Todos sus hijos habían marchado ya en busca de otros horizontes que resultaran menos penosos y tal vez más fructíferos. Pero para ellos daba comienzo esa etapa de la vida en que por una u otra razón poco a poco nos vamos convirtiendo en seres dependientes aunque aún no fuera evidente. El cuadro que se presentaba a corto plazo les hacía candidatos como a tantos otros que llegando a cierta edad se ven afectados por alguna minusvalía de al menos uno de ellos. Sólo que en su caso por partida doble: Enedino, se quedaba ciego sin solución y Petra afectada por el alzhéimer. Él conocía el diagnóstico de la incipiente enfermedad de ella desde hacía unos meses y que como le habían explicado los especialistas era cuestión de tiempo el que antes o después tendrían que acatar el requerimiento desinteresado de sus hijos, para trasladarse a la ciudad a vivir con ellos, pero percibía la resistencia de Petra a salir de su hogar y no quería desairarla. Con el paso del tiempo el abuelo hubo de recurrir a la amabilidad de los vecinos, que se preocupaban y amablemente le ayudaban a superar distintas situaciones. Finalmente, preocupados llamaron a los hijos y les pusieron al corriente de los pormenores diarios al respecto. Estos ya lo habían hablado entre ellos sobre adoptar el régimen de tenerlos de forma rotativa por meses, que al ser seis hijos, resultaba llevadero. Todos de acuerdo, los abuelos llegaron a la ciudad el año 1963.

Tal como se había pronosticado, fueron llegando los cambios en la salud de Petra, que los primeros años no requería permanecer en casa ni vigilancia constante. En determinadas ocasiones, quedaba margen para el humor, haciendo bueno el proverbio que dice: Si surge una ocasión para reír, aprovéchala, ya llegarán también el tiempo para llorar. Mes tras mes asistíamos con resignación a una pérdida ralentizada apenas imperceptible de los recuerdos más recientes, como páginas que se iban cerrando en la memoria y el olvido seguía avanzando en vertiginosa carrera de retroceso hacia la adolescencia y la niñez, etapas que aunque también estaban avocadas a desaparecer, parecían resistir algo más e incluso daba la impresión de que se refrescaban, que capítulos ya perdidos volvían, permitiendo al enfermo recordar letras de canciones infantiles ya olvidadas y, que otras personas de su generación únicamente las rememoraban al escucharlas.

Paralelamente empezó a producirse un deterioro despiadado de la parte humana

Dice un refrán que ojos que no ven, corazón que no siente. Nada más lejos de la realidad, me consta que el abuelo aunque tratáramos de ocultarle aquellos afligidos episodios sufrió demasiados disgustos y cada vez con más frecuencia al percibir el problema de su esposa y encontrarse impotente para hacer algo más. Así se fueron transcurriendo los días, que por qué no, también disfrutábamos algunos ratos muy agradablemente, escuchando al abuelo graciosos episodios de su juventud. Fuimos arrancando las hojas del calendario y el año 1972 con 80 años Enedino se acercaba a su final. Una larga noche llamó a sus hijos junto a su lecho y les pidió que cuidaran a su madre entre todos, como buenos hermanos, para terminar con: “Que nadie en el pueblo pueda hablar mal de esta familia”. Y se marchó. Tenía muy bien la cabeza, pero su corazón ya no aguantó al amanecer.

Petra se quedó otro lustro más en este mundo a pesar de que su cuerpo ya parecía haber traspasado los límites del más allá. Su buen apetito le proporcionaba energías pero la movilidad paulatinamente se estaba reduciendo. Mientras el abuelo vivía, en algunos ratos que su esposa no se dejaba llevar era él quien le apaciguaba y calmaba porque tenía sobre ella cierta influencia mientras que los demás nos servíamos de engaños que una vez valían y otras no. Todos en casa echábamos una mano para estar al cuidado de ella porque eran pocos los días que se mantenía sosegada. Yo como uno de sus nietos con veinticinco años viví alguno de aquellos episodios que ahora relataré:

Estábamos, solos en casa un viernes por la tarde, y mi madre había tenido que salir al supermercado para las compras del fin de semana yo me quedé hasta que regresase. Habíamos pasado el rato entretenidos pasándole viejas revistas que ojeaba fijándose en las fotografías y algunos títulos, pero inesperadamente dijo:

‑Hasta mañana, ya me voy para mi casita.

‑Que no, abuela, cómo dices ésas cosas, que ya vives aquí.

—Sí, porque tú lo digas. Yo tengo mi casa y tengo que irme ya, porque volverá mi padre de trabajar, y yo de correcalles por aquí.

— ¡Pero abuela! A tu padre ni siquiera le conocí yo, dónde estarán sus huesos; que tú ya tienes ochenta años.

—Tú a mí no me llames abuela que no somos ni parientes ni nada.

—No digas ésas cosas abuela. Mira, yo soy tu nieto Paquito, ¿te acuerdas? soy hijo de Cándido, el mayor de los tuyos.

— ¿Yo hijos? Pues pa`que lo sepas tú mocoso, yo no tengo hijos y estoy soltera y entera.

—Vale, pero se lo voy a decir a mi padre.

—Por mí, se lo puedes decir a quien quieras y ahora ya sí que me voy que todo el día por ahí, no puede ser, qué dirá mi padre el pobre que volverá del campo y no le he preparado la cena.

—Estate tranquila que si es por eso, le mandamos un recado para que venga él aquí y así cenamos juntos y os vais después para vuestra casa

—Pero es que tengo que recoger a las gallinas y ponerlas el pienso.

—Bueno, vamos entonces, ya te acompaño, pero ayúdame a recoger la cocina, no nos vamos a ir y dejar todo tirado. Toma pasa tú la escoba.

De momento parece que ganamos la batalla, esta vez se pasó el momento de perturbación y volvimos a la rutina. Un retal de tela, una aguja hilvanada y su ausencia hacen que la creatividad sea nula, su mente vacía de contenidos no avanza porque no sabe lo que está haciendo y a la segunda puntada no recuerda si está descosiendo, cosiendo, repasando, zurciendo o hilvanando, pero con cualquier actividad se entretiene y mata el tiempo evitando ramalazos repentinos que la obcecan y llevan a una situación momentáneamente difícil. Mi madre ha vuelto y la pongo al corriente. Me cuenta que la misma situación, se le dio a ella hace dos días, con similares palabras, pero que como no se calmaba la siguió la corriente y ambas dieron la vuelta a la manzana hasta que se cansó y aceptó de buen grado regresar, olvidada ya totalmente la disputa.

Sábado y domingo eran días que recibía muchas visitas de familia o conocidos y las horas pasaban más distraídas incluso quizás sacaba a la abuela de su ensimismamiento resultando que el transcurrir de las horas fuese casi placentero. Hasta se deseaba que surgiera algún episodio en presencia de sus hijos para que pudieran constatar por sí mismos el avance de la enfermedad.

El lunes yo tenía día libre y ayudaba en casa dispensando mis atenciones a la abuela para que Antolina, mi madre, quedara libre para hacer las habitaciones, la compra o el planchado. Cuando concluyó lo más perentorio, me dijo que si yo tenía que salir ya podía hacerlo pero como no había ninguna prisa estuvimos charlando.

—Estoy pendiente —me dijo– de que la abuela lleva dos días que no hace cacas, y aunque le pongo pañales parece que la molesta e intenta quitárselos, con el resultado de que antes de que me dé cuenta va enciscando toda la casa. He probado poniéndola sentada con paciencia en el inodoro, pero no he conseguido nada y no puedo estar ahí todo el día.

—Si quieres podemos hacer la prueba otra vez por ver si hay suerte, ya me quedo yo con ella entreteniéndola.

—Por intentarlo que no quede, —aceptó mi madre.

Como el pudor hacía tiempo había dejado de tener importancia, tomamos posiciones, ella no puso objeciones a sentarse en la taza y a su lado coloqué una banqueta para mí, por si la espera se alargaba. En fin, que de esta guisa comenzamos a disertar sobre temas de Maricastaña. Un tanto hastiado ya de la larga plática, llamé a mi madre y le comuniqué que abandonaba ya el experimento.

—Qué pena que no lo haga ahora, porque dentro de un rato le saldrá cuando no lo esperemos y se embadurnará antes de que nos demos cuenta.

—Abuela, hace unos días que no haces del cuerpo, por qué no haces unas pequeñas fuerzas a ver, ya sabes intenta tirarte una pedorreta, le insté.

Nos miraba, pero no colaboraba. Se lo volvíamos a pedir con otras palabras y actitudes porque seguro que ante semejante impotencia, nuestro estado de ánimo iba decayendo.

—Anda abuela, te lo pido por última vez. Haz un esfuerzo.

—Ya, que te crees tú que nada más que porque sí. Vas listo si te crees que voy a hacer lo que tú quieras.

El gesto era elocuente, estaba completamente convencida; tanto como lo estaba su nuera que presagiaba lo que vendría más tarde.

La llegada de Cándido, mi padre dilató un poco más la situación, le comentamos el vano intento y los pormenores de la infructuosa conversación con su madre.

—Pero madre, por qué no lo intentas –La animaba‑, verás qué bien te quedas.

— Yo, sin permiso de mi padre no hago nada –Era su respuesta.

—Madre –insistía Cándido con mucho cariño, aunque más que como un nuevo argumento por convencerla, ahora como una intentona por abstraerla de su mundo de ficción y devolverla a la realidad‑. Tu padre hace mucho que murió, tu marido que era mí padre, también falleció, hazme caso a mí que soy tu hijo mayor.

— ¡Cómo que mi hijo! ¡Y qué dices de marido, si yo soy soltera!

Cándido recordó por un breve momento sus años de vida, criado y educado en el entorno de un hogar en el que florecía el amor. ¿Qué haría su progenitor en este momento tan tremendo? ¿Qué diría y qué tono utilizaría para no herir en sus sentimientos a su querida esposa? Él que siempre la supo llevar, ¿cómo lo haría ahora? Miraba a su madre pero no la veía. Tenía los ojos vidriados por las lágrimas que repentinamente habían asomado bajo sus párpados. Quería decirle algo, pero no podía. Un nudo se le había cruzado en la garganta. Ocultó la cara en sus manos y se retiró hacia su habitación. Iba llorando y de su garganta salió como un quejido, una sola palabra. ¡Diooos! Algo en esa palabra me recuerda la súplica de Jesús en el Monte de Los Olivos. “Si es posible Padre, aparta de mí este Cáliz“. Tal era el dolor ante la imposibilidad de hacer algo para recuperar a su madre. Rescatarla del pozo sin fondo donde estaba cayendo.

La siguiente etapa fue muy diferente, el cuerpo estaba ya bastante atrofiado, había perdido la movilidad y poco a poco también el habla, para levantarle y acostarle se requería de dos adultos y después pasaba el día en una silla y por último en la cama. Casi un vegetal. Finalmente desapareció todo rastro de memoria que pudiera quedar en un cuerpo deshumanizado. Paralelamente el cuerpo, antaño esbelto había perdido todo su esplendor quedando reducido a huesos y piel con sólo una pequeña llama de aliento vital que obligaba a continuar alimentando ese cuerpo mientras ése fuego no se hubiera extinguido.

Quizás sea ésta la metamorfosis necesaria para poder acceder al más allá. Este es el fin. Por hoy, el único posible.

FIN