Homenaje al Cascón ausente
En la fiesta de la cosecha de Torresandino del año pasado ‑2019‑, en el mercado se introdujo por primera vez, un tímido recuerdo a todos aquellos vecinos que por una u otra razón se vieron en la necesidad de marchar lejos; abandonar familia, amigos y este solar castellano tan querido, donde habían nacido y crecido. La idea de homenajear a aquellas gentes me pareció estupenda y espero que se impulse y fomente, imitando en el espíritu a la fiesta que montan en Fuentes Blancas los de Burgos capital cada año, dedicada al burgalés ausente, el último día de las fiestas patronales.
En la prehistoria, lo que impulsaba al hombre a trasladarse era
la búsqueda de mejores zonas de caza, pesca, praderas para sembrar o pastos
para su ganado. Cuando lo encontraban, el homo sapiens se establecía y se hacía
sedentario. Sigue válido en nuestros días, se puede decir que la migración se
rige por idéntico anhelo al tomar una decisión siempre difícil, van hacia lo
desconocido porque poco saben del destino, pero tienen claro el objetivo; buscar
un lugar donde poder trabajar y vivir mejor, sin miseria y sin pobreza. Nadie
se hubiera marchado de su patria chica, pero lo hacían y eso significa que no les
quedaba otra salida. La situación se estaría haciendo insostenible y el cabeza
de familia tomaba la decisión ingrata. Hay que marchar, no queda otro remedio
se repetiría en su mente, pero mantenía la ilusión de poder volver algún día.
En el periodo entre la 1ª y la 2ª guerra mundial, el Nuevo
Mundo ‑sobre todo Cuba, Norteamérica y Argentina‑, seguían atrayendo a muchos aventureros
y los que se decidieron a pasar el charco voluntariamente, buscaban enriquecerse.
Unos lo conseguirían otros no, pero los más de 400 años de historia compartida facilitaban
la integración y en general triunfaban en su trabajo. Algunos regresaron con
las riquezas conseguidas y se instalaron en su región, otros siguen engrosando
su patrimonio allí como ciudadanos influyentes y con seguridad habrá otros que
fracasaron y quizás luchan cada día por conseguir una existencia humilde.
Al terminar nuestra confrontación bélica, cientos de miles
de ciudadanos compatriotas nuestros que lucharon por la República, se exiliaron,
es decir que por motivos políticos e ideológicos se vieron forzados a abandonar
su patria. Buscaban librarse de una larga estancia en prisión, cuando no
suponía salvar la vida. Una salida forzosa, más dolorosa quizás que la
emigración voluntaria de quienes huían del hambre como una necesidad imperiosa.
Gran parte buscó asilo en Europa, especialmente Francia, Rusia y Reino Unido, otros
en América repartidos fundamentalmente entre Argentina, Méjico y Cuba. A la
muerte de Franco regresaron muchos de ellos, y alguno ejerció un cargo en la
nueva democracia; otra cantidad importante murió en campos de concentración nazis
o en el frente bélico y también estarán los que convertidos en ciudadanos locales
no desean regresar, porque les trae recuerdos amargos y en el lugar que les
acogió, son felices, tienen hijos ya casados y nietos.
Después de la 2ª guerra mundial y pasados los años 50, Francia,
Alemania, Suiza, Bélgica y otros países europeos, empezaron a demandar mano de
obra para la reconstrucción de las infraestructuras y reactivación de todo el
tejido industrial arrasado en la contienda. Fueron más de un millón de
trabajadores los que salieron de España, dentro de la legalidad con un contrato
de trabajo, pero otros tantos lo hacían de forma irregular, entrando en los
países como turistas y buscando un empleo por su cuenta. Los hombres se
ocupaban en las minas de carbón, canteras, industria metalúrgica y construcción;
las mujeres en el servicio doméstico o porterías de alguna comunidad de vecinos.
Trabajos duros pero con sacrificio y espíritu ahorrador de ambos, un matrimonio
conseguía reunir un pequeño capital para regresar a su ciudad, pueblo o aldea e
instalar un pequeño negocio que les permitiera una vejez acomodada. Los
solteros se sacrificaban unos años, pero si no conseguían dominar el idioma, renunciaban
y se volvía al hogar paterno. Sin embargo los jóvenes que lograron hablarlo con
fluidez les resultó fácil integrarse en la sociedad, alcanzar un puesto mejor
remunerado en su empresa, enamorarse de una nativa y olvidarse de España y viejos
sueños.
En la década de los 60, la industria nacional arrancaba con
fuerza en Madrid, Barcelona y Bilbao. La necesidad de mano de obra se
multiplicaba, porque además de los propios obreros para las fábricas, se
sumaban los necesarios para la construcción de viviendas muy demandadas en
aquellos momentos y no menos importante eran los puestos de trabajo que se
generaban para el sector transporte, hostelería, alimentación y otros
servicios. Paralelamente en el campo, los tractores y cosechadoras estaban acabando
con la necesidad de jornaleros y estos pusieron su esperanza en las
posibilidades que se ofrecían sin traspasar la frontera, cuanto más cerca de
casa mucho mejor. Así fue como se terminó la hegemonía de los países europeos y
empezó el éxodo a las grandes ciudades desde la España profunda dejando lo que
ahora conocemos como la España vaciada.
Iniciado el siglo XXI, una situación nueva da lugar a una
emigración diferente, porque son los jóvenes universitarios que recién
conseguido su ansiado título y complementado con los consabidos master, idiomas
y cursos posgrado, se encuentran con que por no tener experiencia no tienen
otra salida que marchar al extranjero. Con beca Erasmus o conseguir un contrato
en algún país, para un ingeniero, cirujano, arquitecto, economista, científico,
etc..., resulta fácil y con suerte puede que después consiga un puesto en el
organigrama de una gran empresa. La fidelidad a quien le dio una oportunidad y
lo poco probable de encontrar en España un trabajo similar, harán que el
conseguido sea definitivo. Muy caro le sale a nuestro país la formación de sus
jóvenes promesas, si es para beneficio de otros.
La estadística de población sobre Torresandino ‑mi pueblo‑, dice
que desde el final del siglo XIX con 987 habs. había seguido un tímido
pero continuo ascenso hasta el año 60 del XX, con 1500 habs. gracias a la alta
natalidad, salvo en el trienio de la guerra civil, pero el signo cambió con la gran evasión de matrimonios jóvenes en los 60 la caída fue vertiginosa, quedándose en 1170 habs. en el 70, que el año 2000 se había reducido hasta 820 habs. y aunque en las siguientes décadas se ha suavizado, la tendencia bajista continúa y la cifra en el año 2020 está ya por debajo de los 600 habs. y es un pueblo con una
edad media de 54 años que obviamente mantiene una constante evolución negativa.
Como decía al principio, la necesidad les hizo marchar
lejos; abandonar amigos, familia y este solar castellano, tan querido donde nuestra
madre nos parió. La separación fue dolorosa para todos. ¡Oh sí! Cuantas
lágrimas derramadas en uno y otro lado de la ventanilla del autobús de línea pero
ahora podríamos recordar juntos tantas ocurrencias e incidencias, venturas y
desventuras de antaño, esta vez para reírnos, comer, beber, cantar y bailar con alegría, como sabemos. Pero esta vez hacerlo en casa entre cascones.
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