CUÉNTAME
Ayer, pasé la mañana en la caja de
ahorros, para unas gestiones de la comunidad de vecinos. Nada de importancia,
pero tuve que guardar las consabidas colas que nos imponen por suprimir
empleados, nos guste o no. La larga espera me crispó los nervios, pensando si podría
llegar a la hora que le había prometido a mi madre para salir de paseo.
Al salir de la entidad bancaria,
aceleré el paso sorteando a los peatones con los que me cruzaba, que me daba la
impresión que deambulaban con demasiada parsimonia dificultando mi marcha. Busqué
con la mirada el rótulo luminoso de la farmacia y leí la temperatura y la hora.
Vaya ‑me dije‑, una de cal y otra de arena; los pronósticos meteorológicos
habían acertado, pero debía apresurarme para llegar a la cita, si no quería impacientar
a la dama que me esperaba. Como siempre suele ocurrir, surgió un encuentro
imprevisto y por el cúmulo de las diferentes razones, al final Antolina tuvo
que esperar un buen rato a su hijo Paco y este asumir las consecuencias. He de
reconocer que tiene carácter y no perdona la falta de puntualidad,
especialmente cuando desde la ventana se vislumbra un día fantástico.
Una vez superado el enfado salimos
de paseo. Ambos somos bien conocidos en Basauri y algunos nos saludaron con
simpatía, pero como de costumbre no nos detuvimos porque de pie se cansa más
que andando; cogidos del brazo, poco a poco llegamos hasta al parque cercano.
Es bastante extenso y si se guarda silencio, suelen escucharse los trinos de
algún jilguero o el canto oportuno de los negros estorninos.
Disponemos de muchos bancos, no
obstante como el sol de marzo brilla con intensidad y hay que tomarlo con precaución,
elegimos uno bajo un roble, que nos proporcionó una oportuna semisombra, gracias
a la incipiente espesura de las hojas nuevas, brotando ya de sus yemas.
Los sábados por la tarde, de
primavera y verano siempre que no llueva, hay una orquesta que atrae a mucha
gente de la tercera edad porque su repertorio de boleros, pasodobles, rumbas y
otros bailables, está dirigido especialmente a las personas que vivieron
aquella época del chicharrillo como se llamaba al baile público de las plazas
de los pueblos. Recuerdo que el año pasado, a ella le encantaba escuchar
aquellas viejas canciones de Mocedades, Manolo Escobar, Antonio Machín, Dolores
Pradera o Lola Flores; le hacían vibrar pero no lo suficiente como para salir a
la pista, todo lo más un nervioso movimiento de pies bajo el asiento. Sólo faltan
dos semanas para abrir la temporada.
Ayer, para mantener una
conversación animada, se me ocurrió hacer a mi progenitora algunas preguntas de
su época, en parte por charlar de algo que ejercite la memoria y que además la
entretiene y en parte porque a mí me encanta el tema y ella satisface mi
curiosidad.
‑ ¿En el pueblo había baile?
Quiero decir, cuando no eran fiestas.
‑Había un local que regentaba el sastre
que llamaban El Fole, allá por donde está el cuartel de la guardia civil y más
tarde puso otro el tió Julián en los bajos del Castillo. Se bailaba con los
sones de un organillo que funcionaba girando una manivela.
‑ ¿Y qué tal se desenvolvía la juventud
con la danza por aquellos años?
‑Parecido a lo que se ve hoy en
día, unos regular y otros peor, pero nos fijábamos en quien considerábamos que
lo hacían bien y tratábamos de mover los pies siguiendo la música; yo me dejaba
llevar y si mi pareja sabía seguir el ritmo no nos salía mal.
‑ ¿Bailabais con los chicos o con
una amiga?
‑Empezábamos con una amiga y venía
alguna pareja de chicos a pedirnos baile pero al terminar la canción cada uno
por su lado porque si bailabas seguido con el mismo ya empezaban los rumores de
que éramos novios.
‑Dime una cosa: ¿Qué tal era mi
padre en el bailoteo?
‑Como un pato y además de que no
sabía, no quería y si estábamos dos parejas me decía que bailase con la otra
chica. Esto era muy común con los cascones y nadie se extrañaba pero
naturalmente como todos nos conocíamos, ningún osado nos solicitaba para
hacerlo con él.
‑Entonces yo me pregunto: El de un
pueblo y tú de otro. ¿Cómo os hicisteis novios?
‑Me
conoció en unas fiestas de Tórtoles y posteriormente coincidió en un trabajo
con un primo mío, al que manifestó que le había causado buena impresión. Unos
meses más tarde, me trasladé a Torresandino para trabajar en casa de la Eutimia,
la que tenía la tienda de ultramarinos y el casino abajo de la plaza; cuando Cándido
supo de mi llegada le pidió a su hermana Victorina, que tenía mi edad, que me
invitara a salir en su cuadrilla; así se ganó mi primera consideración. También
por entonces como no había agua corriente en las casas y el trasiego de agua
era inevitable, la fuente de la plaza estaba muy concurrida tanto por las
jovencitas como por sus pretendientes. En ese ir y venir me pretendía y fui
descubriendo en él a un hombre simpático formal y trabajador.
‑Madre ‑Jamás lo cambiaré por mamá‑,
¿nunca tuvimos en la familia a alguien con dotes excepcionales para llegar a ser
un artista? ¿Vamos que tuviera duende, ese algo especial que le hubiera
permitido vivir sin penurias? Por ejemplo del cante o la danza.
‑Tu padre decía que en el pueblo
cantaba como el que más. Es cierto, aunque no tenía mucha voz se animaba
enseguida, sí, pero quien lo hacía bien era su hermana Jesusa. El abuelo
Enedino era muy ocurrente para gastar bromas y de carácter tan salado que caía
bien, pero para ganarse el pan para sus hijos no.
Por la tarde estuvimos de invitados
a un cumpleaños. Unos canapés fríos y calientes y una ración de la clásica tarta
regada con un cava, café o chocolate que nos sirvieron de merienda cena. Comió
de todo aunque quizás en el pasado lo hacía en mayor cantidad y tras la
tertulia volvimos a casa acusando ya cierto cansancio.
‑Vosotros no lo queréis creer –nos
dijo queriendo convencernos‑ pero yo ya no soy quien era.
Tiene razón ya no es quien era,
pero está tan bien que nadie la supone la edad que tiene, no sufre enfermedad
alguna, pero los órganos sí que lo acusan. La vista y el oído han perdido
bastante y el corazón se le cansa y ha de limitar los paseos, de vez en cuando
algún dolor de cabeza y poco más. Los análisis perfectos, la memoria estupenda
y el apetito envidiable ¿qué más podemos pedir? En abril si Dios quiere
cumplirá los 97. Que siga tal como está unos añitos todavía.
‑Madre –la he dicho‑, tienes que
ser más positiva. Para tu edad estás como una rosa, fíjate cuando vas por la
tarde al hogar del jubilado, tus compañeras de la brisca son todas mucho más jóvenes
que tú y las ganas. Otras de tu tiempo, van ya en silla de ruedas y también
sabes que algunas han olvidado ya todo. Disfruta y vive el momento con tus
hijos, nos tienes siempre cerca de ti y sabes que te adoramos.
‑Muchos besos. ¡Muaaa!.