Este
señor, seguro que fue el más emprendedor del pueblo e incluso de la comarca,
con gran diferencia, porque tuvo muy buenas ideas que además él mismo las puso
en marcha, pero la suerte no le acompañaba.
Empezó con
una tienda de ultramarinos que terminó conservándola, regentada por su esposa
Brígida, pero no le salieron las cosas
así, con las viviendas que construyó de adobe en el Castillo que dieron
alojamiento en régimen de a renta a matrimonios jóvenes, que dada la escasez de
viviendas no encontraban otro sitio ni bueno ni malo. Aquel era un buen momento
para edificar pero en pocos años se hundieron. Fracasando así el negocio de
alquiler de habitaciones con derecho a cocina. Falló el suelo, pero ya era de
sobra conocido por todos, que el subsuelo estaba minado de bodegas y estas ya
en claro proceso de derrumbes por
filtraciones de la lluvia, lo que daba lugar a hundimiento en la superficie. Y
a la vez también se fue al carajo el
salón de baile y comedias que amenizaba las tardes de los domingos y festivos a
los mozos y mozas del pueblo. Tenía un organillo que hasta pasados algunos
años, seguía en su sitio y los niños nos metíamos por las ventanas rotas y lo
hacíamos sonar, pero estaba ya muy roto y al final quedaría sepultado bajo los
adobes.
El
cinemascope, al principio, se fue conociendo por todos estos pueblos gracias a
algún empresario ambulante que de plaza en plaza, exhibía una misma película, y
el señor Julián vio que éste nuevo arte
ofrecía muchas posibilidades de ganar dinero y tal como lo pensó lo puso en
funcionamiento; adecuando un edificio de su propiedad inauguraba la sala de
cine, contando con la ayuda de sus hijos. Para sacar rentabilidad a la película
se le ocurrió dar la misma también en Tórtoles, para lo cual se tuvo que
comprar un coche que le permitiera ir de un sitio al otro a tiempo. La elección
supongo que estaría condicionada por el alto precio que entonces tenían, porque
el que eligieron, un biscuter que parecía una tartana (La Rubia) con la parte
trasera de madera y que tenía tan poca fuerza el motor, que los niños de diez
años lo obligábamos a parar, y si la calle estaba embarrada, que solía ser lo
habitual en todo el invierno, patinaba y necesitaba que lo empujaran; para qué
quieres más, le acechábamos para frenarlo y ya teníamos diversión. Y le cantábamos:
Quita del medio que va a
pasar,
la camioneta la camioneta.
Quita del medio que va a
pasar,
la camioneta del tió
Julián.
Cine
profesional