Otro relato que recuerdo haber escuchado a mi abuelo en repetidas ocasiones, trataba de dar a entender que hay que aprovechar lo bueno que pueda tener la situación, aunque sea adversa, ver el lado positivo y no sólo el negativo, o el cómico y no sólo el trágico aunque después la desgracia no nos sea ajena y nos toque lamentarnos.
Contaban que en cierta ocasión que venían un padre ya de cierta edad con su hija, bajando del monte con el carro, por el camino de San Pedro, porque por entonces aún no se había hecho la carretera de La Canaleja, y este era el más idóneo. La hija le acompañaba y ayudaba en todas las labores siempre que era necesario y no le resultaban desconocidas las tareas, al igual que si de un mozo se tratara. El caso fue que por evitar lo fangoso del camino orillaron más de la cuenta y tuvieron la mala suerte de volcar, quedando la hija sin ningún percance pero el padre atrapado bajo el carro.
Era esta historia contada con nombres y apellido como cierta, con tal profusión de detalles que no deja lugar a dudas, sobre si es verdad o cuento; Según decían mientras que el padre pedía ayuda, la hija reía desternillantemente. Y cuando el hombre ya totalmente desesperado soltando todo tipo de juramentos, la suplica auxilio a gritos, ya la hija por fin consigue dominar la risa y resume:
“Padre, primero es la risa aunque después pese”.
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