A una amiga mía, utilizando términos culinarios
digamos que se le había pasado el arroz, pero yo le repetía insistentemente:
¡Al
hombre se le conquista por el estómago!
Hasta que siguiendo mis consejos se
apuntó a clases de cocina y antes de terminar el curso se casó. Tengo verdadero
interés de conocer cómo le va la conquista.
Dejando de lado los chascarrillos,
yo en mi condición masculina tengo cubiertas mis necesidades y no necesito
seducir a nadie, pero en mis actividades comerciales siempre lo tengo en cuenta
si el asunto es importante y mis mejores resultados los conseguí invitando a mis
clientes, generalmente un reducido grupo de empresarios del norte de Europa, a
comer en la sociedad gastronómica a la que pertenezco.
Allí me meto en faena y
me transformo. Soy el chef en la cocina y el maître en el comedor, pero para que
no estén aburridos pido su colaboración en la tarea y solícitos me atienden,
aunque su torpeza denota que su noción sobre este arte no va más allá de hacer
unos huevos pasados por agua. Sin embargo les pongo el delantal y dirigidos por
mí les resulta divertido.
Puedo asegurar, que en una ocasión conseguí una
estupenda transacción gracias a que entre bromas y chanzas el tipo se pudo hacer
fotos con el gorro de cocinero, alzando un enorme cuchillo con una mano y
abrazando con la otra un jamón ibérico; la gracia que le hizo el poder presentar
aquella evidencia de su divertimento fue tal que me lo gané.
Pero lo normal
siempre, las mejores armas que en la cocina deciden el resultado es buscar la
calidad utilizando los productos de temporada que encuentro en el mercado y
recurrir a los platos tradicionales porque siempre sorprende al comensal y
garantizan que el éxito esté asegurado. Un buen bacalao seco como una alpargata,
preparado al pil pil sorprende al más exigente de los comensales. Una cazuela de
chipirones en su tinta, impacta tanto como lo haría el mejor de los manjares y a
su vez tan exóticos como unos caracoles recogidos en la huerta y guisados como
lo hacía la abuela. Las morcillas aderezadas con especias al estilo de Burgos,
simplemente fritas deleitan el paladar por ser tan diferentes a otros embutidos.
Y aunque de naturaleza sencilla, unas gildas como llaman en Bilbao al pincho de
aceituna, guindilla y anchoa del Cantábrico, es algo que sorprende a todo el
mundo. Elaboraciones todas habituales de estas tierras, pero insólitas por
desconocidas en muchos países.
Les gusta probar nuevos sabores y texturas, el
ambiente es propicio y un buen vino tinto de crianza lo hará si cabe aún más
apetecible. El momento de asegurar un buen contrato es este. Para que nazca una
relación firme entre camaradas que nos aporte confianza y abra puertas a nuevos
negocios en el futuro.
Atención, ha de aprovecharse el momento, antes de que el
brandy se lo impida. Hay hombres, que se dejan conquistar con facilidad por el
estómago.
Con otros no hay modo, puede que sean demasiado sibaritas, exagerados
tiquismiquis por genética o quizás ya se operaron de una úlcera. Pero bueno, en
ese caso qué más os voy a contar.
Francisco García
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