El burro
Yo, como nací en casa de un campesino, tuve un pequeño
borriquillo en mi infancia. Le llamábamos Solucinio. Fiel compañero de mi
padre, marchaban juntos al monte y le servía de animal de carga y cabalgadura,
pero los días de asueto era mi mascota y jamás lo hubiera cambiado por el más
caro de los juguetes de los niños de alta cuna. Hoy en día se ha dado la vuelta
a la tortilla y son los nuevos ricos quienes compran a sus retoños un pollino
rescatado en una casa de acogida. Eso está bien.
El burro, es ese animal doméstico que conocemos bien en
España, descendiente de su ancestro el burro salvaje del norte de África domesticado
hace 9000 años. Es conocido también con los sinónimos: Pollino, jumento, asno,
acémila, y rucio. Injustamente para el animal, se aplica como peyorativo a
personas tercas, zotes, ignorantes, torpes etc.
Pertenece a una subespecie de la familia de los équidos como
los caballos, o las cebras y comparte con ellos que sus patas terminan en un
solo dedo con una única uña ancha y fuerte en cada extremidad que llamamos
casco. Comparado con el caballo es de talla inferior, tiene las orejas bastante
más grandes, la cabeza más corta y no tiene crines en rabo y cuello. La
onomatopeya de su llamada es diferente. El caballo relincha, el burro rebuzna.
Generalmente ha sido empleado en el campo, para arar,
sembrar, trillar; mover una noria, en el transporte de mercancías o acarrear
leña para el hogar; pastoreo, trashumancia y minería en el Sur de Europa, hasta
la aparición de los motores. También viven muchos burros en zonas montañosas de
América, donde fueron introducidos por los conquistadores y en Irlanda donde
llegaron a través de España a cambio de caballos durante la guerra napoleónica.
Con los siglos, de animales de la misma especie, surgen razas
diferenciadas. En España existen: Encartaciones, Mallorquín, Rucio, Alazana, Zamorano
Leonés, Cordobés Andaluz y Catalán. Del cruce de animales de distinta especie nacen
hijos híbridos, que no pueden reproducirse: Burro fecunda yegua nace la mula o
mulo. Si caballo fecunda a burra, nace el burdégano; híbridos en ambos casos pero
de mayor tamaño que los burros y más fuertes para el trabajo.
Ya no existen ejemplares verdaderamente salvajes, cuando se
habla de burros salvajes, en realidad estos son domésticos, que fueron
abandonados o que se escaparon de sus amos y se reprodujeron en libertad.
Su población ha disminuido considerablemente porque no es
interesante económicamente su crianza. Escasamente interesa en gastronomía y
menos aún en guarnicionería pero no están en peligro de extinción porque están
protegidos por ley y surgen nuevas iniciativas que requieren de su
participación, como burro taxi, turismo de montaña o burro terapia con niños
discapacitados.
No obstante siempre ha sido un animal muy cercano a los
humanos y por las necesidades perentorias de los tiempos, el trabajo específico
que se les exigía era duro y el trato que se les dispensaba a veces demasiado
exigente; las personas siempre tuvieron con los nobles burros empatía y elogios
haciéndoles colaborar en la ficción de fábulas, relatos novelescos, cómics y
cuentos. Ejemplos:
El rucio de Sancho Panza, que no necesitaba más nombre.
Burro de Pinocho, de gran corazón y muy valiente.
El burro flautista, fábula literaria de Tomás de Iriarte.
Platero, que según Juan Ramón Jiménez es tan blando por fuera
que se diría todo de algodón...
Igor, el burro triste y pesimista de Winnie the Pooh.
El burro inseparable del ogro Shrek divertido y extravertido.
Benjamín burro de Rebelión en la Granja, astuto e
inteligente.
Siguiendo con la literatura sagrada, en el Antiguo
Testamento, ya se mencionaba la ijada de un burro contemporáneo de Caín y Abel.
Más reciente, la burrita del portal de Belén, la huida a
Egipto o Jesús entrando en borriquillo a Jerusalén.
Finalmente la poesía de Gloria Fuertes que le devuelve al
burro toda la dignidad, para los niños.
He escrito este artículo como homenaje a mi burro Solucinio.
Hace más de 60 años que murió a la edad de...Realmente ya no recuerdo su edad,
yo tendría 10 pero él estaba muy mayor, debía tener muchos. Dicen que pueden
llegar a los 40. Lo que no he olvidado son sus grandes ojos oscuros,
inteligentes, alegres al salir al campo y sumisos al regresar. O su potente y
prolongado rebuzno cuando en las cercanías olfateaba una hembra de su especie.
Hi-aaa, hi-aaa, hi-aaa...
Los niños le queríamos y creo que le gustaba que jugáramos a
cabalgar montados sobre su lomo. Está claro que él también nos quería.
Qué años aquellos en Torresandino, un pueblo del valle del
Esgueva en Burgos. Un burro y niños alrededor.
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