LAS PERAS DEL PARRAL
No se me olvida el día, o mejor dicho uno de los días que le quitamos
las peras que tenía en El Parral al tió Pelos Blancos. Eran de invierno y las
cogíamos desde septiembre, por creer que ya estaban para recoger porque el
tamaño ya era grande, y resultaban estar
más duras que un canto, no había
dentadura que le metiera el diente. Pero eran los únicos frutales accesibles y
las viñas quedaban muy lejos. Aunque eso era lo de menos, ya que en el fondo lo
que perseguíamos era hacerle rabiar, porque era bastante cascarrabias y
esperábamos con la adrenalina a tope y el aliento contenido vigilando para
echar a correr al primer aviso si a lo lejos venía alguien y presumir después
exagerando el peligro de la situación; eso era lo que nos motivaba. La verdad
es que el hombre tenía que estar muy harto de los perales del parral y de los
chicos del pueblo, pero sin embargo y a pesar de la mala fama que le
atribuíamos también he tenido oportunidad de conversar con personas que le
conocieron bien y que aseguran que era una persona excelente.