La muerte nos dará alas
Marcos, se
sonaba la nariz con un pañuelo muy arrugado sin soltar en ningún momento la
gabardina de Carlota, su única hermana dos años mayor que él, pero ambos adolescentes
mientras esta se secaba las lágrimas con un clínex, asida fuertemente con el
brazo libre a la cintura de su desconsolada madre, que lloraba a su esposo
fallecido y no conseguía parar el hipo que le importunaba.
Su tío Paco,
hermano de la viuda, detestaba los velorios tal como la sociedad acostumbraba,
pero también estaba allí, dolido y cabizbajo esperando que el enterrador
concluyese el cierre del nicho. Entonces levantando la voz para hacerse oír por
todos los allí presentes, dijo:
‑Con estos
minutos de silencio cada uno de nosotros ha podido rezar o despedirse
mentalmente de él con un hasta luego, puesto que sólo mueres si te olvidan. Para
recordarle no es preciso permanecer en este lugar, salgamos ya, sobre todo por
el chaparrón que parece que nos viene encima.
Dicho esto, agarró
por el hombro al joven Marcos y se lo llevó con él hacia la puerta de salida
del cementerio. Elena la viuda, apoyándose en su hija Carlota, siguieron sus
pasos hacia el exterior, cabizbajos y muy afectados todos por la pérdida del ser
querido. Por delante marchaban otros parientes cercanos, llegados hasta allí para
acompañarles a dar el último adiós y procurar cristiana sepultura al difunto. Cumplido
este último trámite moral, ya estaba hecho todo lo que se acostumbra hacer por
sus difuntos.
El chaval observaba
la escena y escuchaba el llanto de su madre que a escasos metros les precedía. Él
también lloraba al pensar en su padre fallecido y comprobaba que a su lado el tío
Paco suspiraba al recordar los entrañables acontecimientos vividos con su cuñado.
Al fin Marcos
se repuso un poco y dirigiéndose a su tío preguntó, ‑ ¿Tú crees en la
resurrección? ¿Volverá papá de la muerte algún día?
‑Es una
pregunta difícil de contestar –Empezó a decir Paco meditando sus palabras‑, porque
la muerte no existe tal como la concebimos, es solo una quimera, nos han
enseñado a creer en ella y no es así exactamente. Siempre se ha asociado la
vida con el cuerpo que es perecedero y para convencernos de ello, hacen uso generoso
de argumentos religiosos, apoyados por una gran diversidad de conceptos filosóficos
y teológicos particulares de cada cultura, pero en realidad sólo muere el
cuerpo, la materia, lo que se puede ver o tocar y cuando este expira se le
atribuye el final. Sin embargo más del 90% de nuestro ser no radica ni depende
de nuestras vísceras, músculos o esqueleto, es energía y, el espíritu, la
conciencia, el alma, aquello que nos faculta para dar y sentir amor, admirar la
belleza y horrorizarnos con lo espantoso, rechazar la malicia y alegrarnos cuando
triunfa el bien sobre el mal. Pues bien eso es la vida, la parte a la que no le
pasa nada y abandona el cuerpo que ya sólo es su mortaja, quedando libre. No
muere.
‑Pero tío, al
cadáver lo meten ahí y lo sellan con cemento de donde no podrá salir.
‑Así es en
efecto –Admitió Paco‑. Pero todo eso que te he mencionado no se ha metido en el
ataúd, ahí queda únicamente el envoltorio en el que residía. Esa parte es a la
que se refería Dios en el Génesis el primer libro del Antiguo Testamento cuando
le dice a Adán: Eres polvo y en polvo te convertirás ¿Lo entiendes?
‑No, no te
entiendo tío. –Manifestó el joven‑. Para qué se hace toda esta farsa si me
dices que lo único que se puede esperar del cuerpo es que se convierta en polvo.
‑Nada he
dicho yo que justifique el llamar farsa a lo que hacemos con los despojos de
aquellos que amamos Marcos, ten en cuenta que debemos tratarlos con todo el
respeto como corresponde a las personas que conocimos o convivieron con
nosotros sea padre, esposo, hermano, vecino o amigo. Es una tradición que se
remonta a más allá de la edad de piedra y respetando la costumbre, debemos honrar
lo que fue y haciendo piña con su familia dar un definitivo aunque afligido adiós
al cadáver.
‑Creo que
esto último me ha quedado claro sin embargo soy reticente a comprender la parte
que según tu explicación abandona al que fue su inseparable soporte y ¡Hala! Se
va a buscar fortuna.
‑ ¿Has visto
alguna vez la metamorfosis de la mariposa? De un huevo pegado a un arbusto sale
una repulsiva oruga que vivirá alimentándose de hojas ricas en nutrientes y que
finalmente se encerrará en un capullo y a las pocas semanas saldrá una bella
criatura, la mariposa, la cual una vez que abandona su envolvente emprenderá el
vuelo de flor en flor, libando su néctar que básicamente es agua azucarada,
cambia de hábitat y comportamiento y parece que no guarda en su memoria nada de
su etapa anterior. Algo así ocurre con nosotros. La energía o llámala el alma
si lo prefieres, abandona el cuerpo porque ya no le sirve pero su existencia
prosigue en algún otro lugar de este u otro universo.
‑ ¿Estás
seguro? El sacerdote que nos habla de religión dice que morimos a la vida y resucitaremos
el día del fin del mundo.
‑Esos
siempre dirán lo que les ordenan desde Roma y parece que les conviene
amedrentar a los feligreses como viene haciendo la Iglesia muchos siglos, pero
las palabras de Jesús al respecto fueron: El que cree en mí vivirá eternamente.
Lo dice La Biblia en el Nuevo Testamento.
‑ ¿Y la
ciencia? ¿Qué dicen los científicos tío?
‑La medicina
llama muerte al cese de todas las actividades vitales y especialmente las
cerebrales sin embargo los eminentes científicos en física cuántica discrepan
totalmente asegurando que la muerte como tal no puede existir puesto que la
energía no se puede destruir, solamente se transforma. Otra cuestión para la
que nadie tiene una respuesta clara es qué pasa con nuestros pensamientos,
recuerdos, conciencia. ¿Se mantendrá o como a la mariposa se nos borrará la
memoria con los datos?
‑Lo siento
tío, si me lo preguntas a mí no tengo ni idea.
‑Es también
mi incertidumbre y creo ver en ello la posibilidad de que nuestras obras,
buenas y malas, obren una influencia en el más allá y en consecuencia
determinen la vida futura a cada individuo.
‑Entonces ¿de
ahí puede deducirse la existencia del cielo o el infierno?
‑No, definitivamente
no, si creemos en ese Dios todopoderoso Él no puede permitir la existencia de
esos dos escenarios tal como nos lo pintan. Yo diría que en este tránsito se
adquiere un nivel superior o inferior al anterior acorde con los méritos de
cada uno.
‑
¿Deberíamos buscar la perfección en la vida monástica?
‑Te
equivocas de nuevo. Viviendo tu vida habitual conseguirás los puntos que
inclinarán la balanza. Todo lo que tienes que hacer es ser feliz y esforzarte
por hacer felices a los demás.
‑Que grande
eres tío. Seguro que tu visión del tema es acertado. Por lo pronto esta noche
dormiré mucho más relajado. Porque ahora yo también creo que más allá de la
muerte hay vida, naturalmente que mi padre tiene allí un lugar destacado.
Gracias por tus palabras.