Por vendimias
Antaño, en
nuestra tierra la vendimia se hacía habitualmente casi a mediados de octubre aunque
la climatología hiciera factible hacerlo antes, pero en el puente del Pilar
llegaban muchos familiares que vivían en la ciudad y eran una gran ayuda. Hoy
en día pueden ponerse multas de varios miles de euros por tener trabajando
gente sin asegurar así que se lleva a cabo rigurosamente con personal contratado
para ello en la fecha que los técnicos entendidos consideren más óptima. En el
caso que me ocupa coincidió con el mencionado puente del Pilar. Una buena oportunidad
para hacer una escapada a Torresandino, mi pueblo y estando allí, hacer una excursión
familiar aunque especialmente por el nieto y la nieta, pero para disfrutar también
los adultos, por qué no, a los abuelos
nos encanta la naturaleza y pasando el día los cuatro juntos lo pasaremos bomba.
Coincidió
que salió un día precioso y deslumbrante, aunque no obstante algo frío, pero nada
como para renunciar, era lo típico del otoño y yo ya había marcado la ruta sin
necesidad de pensármelo dos veces. En esta ocasión un recorrido en coche parando
en los pueblos próximos, que ya conocía desde antaño pero por entonces siempre
lo observé desde la perspectiva de los vecinos del lugar, es decir con un ojo puesto
en la tierra y otro en el cielo, acostumbrados a dejar al albur de la
pluviometría el resultado de la cosecha que curiosamente según su criterio, siempre
sería mala o mediocre, siendo una excepción que resultase buena. Con esta
realidad y con unos precios a la baja, cada invierno miles de cepas eran
arrancadas porque el futuro se veía incierto.
En el
presente, era notorio que toda la comarca de La Ribera del Duero había
experimentado un gran cambio. Me habían hablado de ello y estaba deseando
comprobarlo yo mismo desde un enfoque desinteresado, seguro que resultaría
diferente. Llevaríamos la cámara de fotos y buscaríamos aquellos rincones,
detalles y paisajes que por lo cotidiano no sabemos apreciar.
Empecé
por Roa, centro del comercio de la zona que dispone de modernos supermercados,
restaurantes, cafeterías y salta a la vista que la villa está tomando otros
aires, la industria empieza a florecer en el extrarradio y tal como corresponde
a una pequeña ciudad, los servicios van mejorando y complementándose. Visitamos
un moderno edificio de arquitectura vanguardista sede del Consejo Regulador de
la D. O. Ribera del Duero junto al único paño que se conserva de lo que fue la
muralla que rodeaba la villa medieval, además de una docena de modernas bodegas
salpicando los arrabales. De allí a la Plaza Mayor bien cuidada con los típicos
soportales formando un conjunto con la fabulosa iglesia ex-colegiata de Nuestra
Señora de la Asunción del siglo XVI y el ayuntamiento, este recientemente remozado.
Muy cerca, el espectacular paseo El Espolón, mirador sin par de la vega desde
donde se abarca una amplia panorámica de la ancha vega del río que da nombre a
esta ribera. Precisamente disfrutamos de esas vistas ribereñas igualmente, mientras
comíamos en el restaurante Chuleta Balcón del Duero, el lugar más adecuado para
ello. Después seguimos el rumbo convenido tomando la carretera de Pedrosa de
Duero.
Alcanzado
Pedrosa, nos impresionó que en un espacio tan delimitado se dieran tantas
bodegas a cual más moderna y fascinante, especialmente la de los hermanos Pérez
Pascuas. Una familia dedicada a la elaboración de un vino excelente que se
embarcaron en este proyecto en los años 80. Otros siguieron sus pasos
consiguiendo todos colocar sus caldos entre los mejores de España y el mundo.
Pedrosa
de Duero, Guzmán, Boada de Roa y Quintanamanvirgo, son pueblos que pertenecen
al ayuntamiento del primero y los cuatro comparten cultura, historia,
costumbres, tradiciones y gastronomía. Su economía se fundamenta en el cultivo
de la vid y está a la vista que el momento es floreciente por lo que apreciamos
en nuestro recorrido al pasar por los dos últimos, se nota un claro rejuvenecimiento
de edificios y construcción de nuevas viviendas tipo chalet gracias a la riqueza
que la viticultura aporta y a que genera muchos puestos de trabajo.
Quintanamanvirgo
está próximo a la cuesta Manvirgo de ahí su nombre. Hicimos una parada obligatoria
en este caso, para hacer una visita a mi hermana que se casó con un quintanero
y tienen allí su segunda residencia y en mis planes ya contemplaba yo que
tendríamos allí una barbacoa para una merienda cena en familia.
Había aún
tiempo para ascender andando a la cima del emblemático otero, pero sólo pude
convencer a mi cuñado César y a mi nieto Asier; las mujeres prefirieron la
comodidad del porche enfrascadas en animada conversación. Un poco de ejercicio
nos vendría bien así que las dejamos a sus anchas y nos subimos a otear en la lejanía
que era todo lo profunda que podían permitir nuestros ojos por todo alrededor, alcanzando
desde Somosierra hasta la sierra de La Demanda. Ancha es Castilla.
En
aquella hora del atardecer los vendimiadores abandonaban la labor y regresaban de
la campiña, en el remolque de un tractor hacia el poblado.
‑Mira, ¿las
cepas no son todas del mismo color? –Preguntaba Asier‑. Las de esa zona son
diferentes a las de más allá y entre ellas tampoco son iguales todas.
‑Sí ‑afirmé‑.
En esta estación del año las plantas de hoja caduca empiezan el cambio perdiendo
sus tonalidades verdes de verano y pasando a cobrizos, rojos, amarillos y
pronto estarán sin hojas En perfecta simbiosis con la naturaleza. Colabora también
el sol de otoño en el paisaje, ¿lo notas? Igualmente luce débil y anaranjado.
‑Es bonita
esta estación, ¿verdad abuelo?
‑Digamos
que tiene su duende –contesté.
Quedé satisfecho
con las explicaciones que César nos dio in situ, no como lo hubiera hecho un
enólogo titulado o un experto viticultor por profesión, pero sí lo hizo como un
absoluto apasionado de aquellas tierras plagadas de plantaciones de viñedos
trazados a tiralíneas e intercaladas con pequeños sotos de pinos piñoneros; con
breves indicaciones iba señalando también los suaves accidentes geográficos,
caminos, arroyos o veredas que se extendían a nuestros pies. Adivinaba la
situación exacta de los pueblos de la comarca, en una panorámica de 360º.
Realmente percibí que amaba los campos que conocía desde su juventud y que con
los ojos tapados los describiría. Consideré muy acertada su valoración sobre la
evolución favorable de las viñas al pasar de la plantación de las cepas en vaso
a espaldera, además de la poda y guía de los sarmientos.
‑Así, se deja
mayor espacio y el sol llega con facilidad a la fruta que mejora su calidad
–decía convencido‑, y –proseguía‑, facilita la recolección de los racimos con
las máquinas que agilizan la labor, se mejora la calidad y reduce los costos
elevados de la mano de obra.
Comprendí
el gran salto efectuado en la región y el por qué nuestros vinos ya alcanzaban
el mismo nivel de prestigio que los grandes en apenas un cuarto de siglo y que
habían llevado a la Ribera del Duero a ser considerada una importante región
vitivinícola mundial.
Tras un
expléndido ocaso el frío nos echó de aquel pequeño llano en la cima de la
cuesta y regresamos junto a las mujeres. Tras una frugal ágape para reponer
fuerzas, tomamos de nuevo el automóvil y nos encaminamos hacia Torresandino
pasando por Anguix y Olmedillo de Roa los últimos pueblos antes de llegar y no
nos detuvimos porque la hora era ya avanzada pero sé que ambos tienen una
hermosa iglesia y una ermita bien conservada y cómo no, se dedican mayormente
al vino con idénticos resultados que los anteriores. Sin embargo en el nuestro
siguen dedicándose exclusivamente a los cereales y las expectativas son cada
año peores, la mano de obra disminuye y los empadronados cada año son menos.
Resultó
un día con excelentes vivencias y dio para sacar mis propias conclusiones. En
mi opinión, dentro de la denominación de origen Ribera del Duero como los
pueblos del Esgueva que aceptaron entrar, este nuestro también estaría
evolucionando positivamente al igual que ellos pero según dicen se lo
ofrecieron pero no aceptaron y las consecuencias vienen ahora. Lamentablemente,
si fue una decisión errada lo pagaremos todos.